lunes, 8 de julio de 2013

El mercader de Venecia. Festival de Almagro.

Pues este Shakespeare del Teatro estatal de Dresde es una pura gozada desde que empieza hasta que acaba.
Si el teatro es un juego o al menos la palabra "play" significa "interpretar" y "jugar", este montaje es puro juego, puro divertimento untado con toda la crueldad de la obra de Shakespeare, que tiene un rato.
Un escenario vacío, una caja negra. Unos actores salen y entre risas y juegos se reparten los papeles y se "disfrazan" con ropa que llueve del cielo, o que cae del cielo de la mano de alguien. A saber. Lo que está claro es que es un puro divertimento. Al menos de momento.



Yo me lo pasé pipa con los Propeller, pero esta otra forma de ver a Shakespeare mola todo.
Lo mismo, todo tíos. Pero aquí el escenario está vacío, negro, y no hay casi objetos, sólo un par de cosas. El resto se escenifica con ropa. Cientos de pantalones, camisetas, chupas, sudaderas, faldas... Y todo va surgiendo. Personajes, situaciones, conflictos, de entre esas montañas de ropa.
La obra es tela. Enredos amorosos mezclados con una historia de venganza disfrazada de justicia o de justicia disfrazada de venganza. El judío es malo, es casi un skinhead, macarra que te cagas y con un mal rollito... pero la venganza sobre él es brutal. Casi tan brutal como la venganza que él quiere, exige y lo peor de todo, está a punto de recibir.
Los actores no pueden estar mejor, lo que sí puede estar mejor son los sobretítulos. Van a ratos un poco a su bola, como casi siempre. De pronto se paran y cuando le dan a la tecla, los pasan a todo meter. Lo de siempre. Pero como sigues bien lo que pasa, ya está. Y es que los actores están tan maravillosos, que la función fluye. Un sentido del ritmo genial que hace que las tres horas que dura la función pasen volando. Eso sí, con un caloraco que estábamos todos al borde de la lipotimia, pero es lo que tiene Almagro en Julio.
En resumen, un montaje divertido, ágil, duro, con una dirección y unos actores absolutamente brillantes y un resultado fascinante y cruel. Ese final con los pobres hombres humillados porque sí por sus churris... pero el texto es el texto. Si de refilón os enteráis de que lo van a hacer a menos de mil kilómetros a la redonda, id cagando leches.

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