miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cerda. La casa de la portera.

"Cerda" tiene trampa. Como sus personajes, te hace creer que estás viendo una cosa (o viviendo una vida) cuando en realidad estás viendo otra. Aunque aquí, la capa superficial es real, aunque menos importante que lo que ahí abajo subyace.
Desde el minuto uno te empiezas a partir el culo de risa. El humor que ha desarrollado Juan Mairena es brutal, cercano, chochipop, cabaretero e infinitamente inteligente. ¡Anda que no es difícil escribir un texto brillante, ingenioso, descacharrante, con millones de referencias hilvanadas unas con otras con un arte prodigioso y encima, llevando adelante una historia dura y tremendamente cruel! Pues Juan Mairena hace eso y mucho más como si nada. Al loro, porque como autor, Juan Mairena es un diamante que hay que seguir muy, muy de cerca. Texto prodigioso donde junta estilos con un humor desbordante y una poesía pocas veces vista. Yo eso de "en la vida he visto cosa de la manera" me llevó a mi amigo Ángel, que lo decía mucho. Y ya me conquistó el cuore.
O yo tengo la mente muy calenturienta, o estaba oyendo mil referencias enlazadas unas con otras. Es más, el 70 % del texto me parecían referencias a pelis, canciones, textos teatrales, anuncios de la tele, frases de famosos (incluidos frikis y politiquillos odiosos y odiables). A ver, que no lo digo como demérito, sino todo lo contrario. Juntar tantísimas referencias con arte, gracia , poesía y calado dramático es un ejercicio de virtuosismo que pa mí lo quisiera. Incluso mete referencias a la crisis y a la actualidad social con una soltura de flipar ("Hazme un ERE y te voto"). Todo eso aderezado con la musiquita de "Sor Citroen". Y cruel ese test para demostrar que la aspirante es realmente "italiana de pura cepa". Algo que quizá, dentro de no mucho, se acabe viendo por ahí. Engañosa, sí, porque lo que esconde esta alta comedia retropop es un dramón de tomo y lomo.



Juan Mairena hace como sor Leona (más mala que Barbara Stanwyck). Nos hace creer una vida cuando la real es otra. La función, bajo ese envoltorio cachondo esconde un dramón casi operístico y cruel.  
Sor Leona ha robado niños toda su vida. Como Sor María, oculta su crueldad con una supuesta bondad pero lo que hace es robar la vida de la gente. Y les crea otra. Incluso les roba el nombre y les da otro. Sor Bette, Cosetta, Cecilia, sor Katana... referencias que yo quiero ver pero que me las callo por no meter la para o pasarme de listo. Sor Bette y Cecilia añoran otra vida, la que nunca tuvieron o la que imaginaron. Algo tan etéreo y tan ingenuo como para gritar: "yo soy muy Pasionaria". Una mujer como Leona sólo puede parir ( o robar, por qué no) una cerda. Una cerda animal, no una cerda humana como ella. La prisión no elegida en la que están estas pobres monjas (y un monjo) podría incluso ser un reflejo de esta sociedad en la que estamos, en la que nos roban la libertad con la escusa de los recortes, nos roban los estudios, la preparación y la cultura para crear unas cuantas generaciones de borregos que, como las pobres monjas, sólo soñamos con el mar. Un mar que no conocemos, que deseamos y que añoramos. El mar visto a través de un agujero negro, imagen unida al agujero del bollito famoso ("eres más bollera que la bella Easo", genial). Poesía pura y dura. Gente que añora lo que ni siquiera ha conocido, una niña jugando con olas niñas como ella, los sueños vistos a través de un agujero negro, y claro, el drama. A tanto llega la crueldad de Leona, que incluso ha robado la identidad a un crío y ha "construido" una Cosetta con cosita. No se puede ser más mala.

Los actores, confieso que están un pelín irregulares. Pero destaco a David Aramburu, con el papel más poco lucido pero con quizá más carga dramática. Él lleva la poesía encima. Sus palabras son versos dolorosos y su creación, una maravilla de sensibilidad y coherencia. Dolly... pues es Dolly, un muestrario de tonos, de intenciones, de gestos, de maldades, de desprecios, de crueldades. Maravillosa. Y luego, y aparte Inma Cuevas. Yo la miraba y veía a Cecilia Bartoli de Suor Angelica.
Desde su aparición (tras esa procesión con las monjas con su tocado-burka) con ese brillante: "¡Alá, Alá, alabado sea el señor!" te enamoras de ella. Rica en matices, con una bis cómica brutal, capaz de transmitir instintos bajos y bajunos y la más alta sensibilidad. Si ya flipé con su trabajo en "Los últimos días de Judas Iscariote", de los mejores montajes del años pasado, ahora demuestra no sólo esa capacidad para el drama interior y el matiz pequeñito, sino una habilidad especial para la comedia sutil, la gruesa y para todo lo que le pongan por delante. Y su mirada limpia y dulce enamora al instante. Yo me declaro superfans de este animal escénico.
Sí, otro acierto más del templo del teatro madrileño, La casa de la portera al que sólo se puede estar agradecido.
Y qué quieres que te diga, yo, después de ver "Cerda" también me siento más joven y más republicana.

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