jueves, 13 de febrero de 2014

Hécuba. Teatro Español.

¡¡Anda que no sabe ná José Carlos Plaza!! Coge un textazo de Eurípides, lo adapta Juan Mayorga, y llama pa la prota absoluta a Concha Velasco. Coño, mu mal se tiene que dar pa que no sea un éxito. Otro cosa es que sea un trabajazo. Pero es que encima lo es.
Al texto evidentemente no se le puede poner ni un "pero". Eurípides y Mayorga juntos, ahí es nada. Es un textazo, concreto, brutal, muy duro, directo y comprensible para todos sin el mas mínimo esfuerzo. Toda la brutalidad de la guerra, de la venganza, de la humillación y de la dignidad con un lenguaje directo, comprensible tremendamente poético y bellísimo.



La puesta en escena, claro, tiene que trasladar la grandiosidad de la escenografía creada para Mérida al escenario del Español, y al final queda un poco constreñido todo. Igual en Matadero habrían podido darle un toque... especial, no sé, se me ocurre. Aunque justo ahora está la CND, claro. Está bien de todas formas, aunque igual es un poco del "Un, dos, tres", pero es que yo pa las escenografías y pa las luces soy muy mío. Pero vamos, que todo lo que hay en el escenario está bien, se usa y es coherente y  preciso. Es más una cuestión de gusto personal. Sin embargo sí te digo que me parece muy bien iluminado. No me convenció nada lo de las voces grabadas. Sonaban fatal y no funcionaban en absoluto.
En cuanto a dirección, los momentos del coro a mi no me gustaron. Ni los cantos, ni una de las actrices, ni en general cómo estaban resueltos. Menos mal que por ahí estaba Pilar Bayona aprisionando la atención con su mirada y su presencia fantasmagórica y casi demoníaca. Sencillamente arrolladora. El resto está bien dirigido, basando el poder de la función a todos los niveles en el trabajo de Concha Velasco, lo cual no es ninguna tontería, claro está.
En esta tragedia sobre la dignidad y el orgullo, hay que destacar el curro de los actores. José Pedro Carrión está tan bien como casi siempre, dominando la escena, pisando con seguridad y una presencia elegante. Su dominio vocal es extraordinario, aunque últimamente tenga cierta tendencia a nasalizar demasiado. Y no le hace ninguna falta, se le oye de sobra y técnicamente es impecable. Juan Gea está sin embargo como pasando un poco del asunto. Suelta un poco las frases y apoya únicamente determinadas palabras. A ver, claro, hay que apoyar lo más importante, pero no de esa forma tan descarada y fea. Alberto Iglesias es el polo opuesto, está entregadísimo y en un tono perfecto y a la altura de la señora Velasco, lo cual es decir mucho. Luis Rallo bien, aunque su aparición es breve. Alberto Berzal realmente regu. Una cosa es intentar estar natural y otra otra es tirar tanto el texto que no se te entiendan la mitad de las palabras (desde la fila 5, digo, no desde el gallinero). María Isasi está muy bien, entregadísima, doliente y horrorizada. Aunque de entrada no parezca ni tan niña ni tan bellísima, se lleva el personaje de tal forma que acaba estando perfecta. Enhorabuena grande.



Y por encima de todos Concha Velasco. No se puede estar mejor. Tanto física como dramáticamente. Dura, salvaje, dolorosa, pasa de la ira más brutal a la serenidad reclamando su dignidad de reina y de ahí al dolor más salvaje por su sangre derramada. Representa esa dignidad reclamada. Coño, claro, una cosa es ser ahora esclava, pero antes ha sido reina y quiere que la respeten como tal. Se mueve como una reina y como una esclava, y como una mujer deshecha, y como una madre moribunda, y como una perra vengativa. Y habla y domina la voz de tal forma que salta de estado de ánimo en estado de ánimo como si fuera lo más normal del mundo. Claro, cuando uno sabe lo que hace, TODO sale visceral, sale orgánico. Desde luego la entrega de doña Concha Velasco ni tiene duda y por supuesto su calidad de actriz de raza tampoco. Una señora y una perra y una madonna rota. Recital desde que sale hasta que se autoentierra. Para mil premios o más. 
Esa fue la principal diferencia. Las mujeres están bastante más entregadas y sobresalientes que los hombres, que a pesar de no estar mal, estaban un poco pasando del tema, soltando su texto pero sin pringarse mucho. Salvo Alberto Iglesias, claro.              

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