lunes, 10 de febrero de 2014

Nippon-Koku. CND. Matadero.

Primera colaboración entre mi amada CND y La Veronal. Y no sé por qué me da a mi que esto sólo acaba de empezar. La forma de crear de La Veronal, o de Marcos Morau como coreógrafo le pega mucho a mi amada CND. Y eso que es un tipo de gestualidad y de movimientos distintos a los habituales en esta compañía, pero parece que los entienden y los viven y sienten con una naturalidad pasmosa.  
Nippon-Koku forma parte de la serie sobre capitales mundiales. Así pues, ya no es tanto una creación de la CND como de La Veronal con el elenco de la CND.




Lo primero que tengo que destacar, sobre todo porque me da la gana, jeje, es la música. El prolífico Luismi Cobo está solicitadísimo últimamente, y no es para menos. Cada cosa que crea, es un acierto. Coño, y la música para este espectáculo de danza no era nada fácil. Como siempre... sobresaliente. 
La coreografía me gustó en general, aunque, dentro de mi conocida ignorancia en temas danzísticos, hubo alguna cosa que me rechinó un poco. Me explico. Por ejemplo, durante la primera parte, antes de que se abriera el espacio, toda la coreografía me parecía bellísima, con una expresividad gigante y perfectamente adecuada a ese espacio premeditadamente reducido. Pero cuando se abrieron las cortinas y el espacio se agrandó, la gestualidad siguió en la misma línea, como si el cambio de espacio no hubiera afectado. Y un cambio de espacio no solo es un cambio estético, sino que en el espíritu del montaje, en la respiración del espectáculo tiene por narices que influir de alguna manera. Yo al menos no noté gran diferencia, como si solo se hubiera cambiado de marco pero no de estado de ánimo. Como siempre, no sé si me explico. Y también me rechinaron los excesivos movimientos de Mattia Russo como si fuera Gollum. No me gustaba nada cómo el pobre estaba con la espalda curvada, dando una imagen fea fea, cuando es un bailarín inmenso e intenso. Que me parecía feote lo que tenía que hacer, vamos. 
La imagen de la geisha, los suicidios en masa, la nieve, ciertas luces... elementos bellos no, bellísimos. Y una coreografía totalmente personal que sacaba lo mejor de los bailarines en muchos momentos y creaba imágenes impactantes. Ese momento tirano/manipulado/sombrilla fue brillante y celestial. Lo que tengo son dos dudas que por no ponerlas aquí y quedar fatal , las consultaré en privado. Además no tienen que ver con este comentario/crítica. 




Ah, por supuesto lo de Tamako Akiyama no tiene palabras. Divina vocal y físicamente. 
Y mira, si no  lo digo, reviento, así que lo diré. Es conocida mi devoción por Isaac Montllor y me llevé el disgusto de la tarde al ver que no ha podido participar en este montaje. 
Otra vez más, José Carlos Martínez ha apostado por lo novedoso y otra vez más ha vuelto a acertar.            

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