lunes, 17 de febrero de 2014

Onegin. Commentaries. Canal.

El New Riga Theatre y el director Alvis Hermanis presentaron en Canal su peculiar versión del "Onegin" de Pushkin. 
En la web ya ponía que el espectáculo iba a tener traducción simultánea. Y en el teatro había carteles explicando que era decisión del mismísimo director lo de la traducción simultánea. Lo que tenías, aparte de la cola para devolver el aparatito a la salida era a una señora probablemente rusa o letona (el espectáculo mezcla ambos idiomas) que iba traduciendo el texto con un acento tremendo, una dicción horrible que daba lugar a curiosidades como llamar "escarbarajos" a los escarabajos. Fallo terrible, ya que para mi gusto, debería haber sido alguien que hablara bien castellano, no ruso o letón. Lo importante es que sepa hablar bien castellano, digo yo, que es el idioma que va a tener que hablar. Total, que tenías en el oído una narración horrible que al menos a mi, durante la primera parte, me hizo sufrir más que disfrutar del espectáculo.
Y fue una pena, porque esta versión del "Onegin" me pareció fabulosa. Mezclaban el texto original (o una selección de partes del texto de Pushkin) con acotaciones que situaban ciertos detalles del texto en su marco social, cultural y temporal. Buena idea, que servía para entender determinados comportamientos o costumbres que ahora nos pueden parecer pintorescos pero que tienen su razón de ser. Estos textos intercalados son ingeniosos e ilustrativos, aunque quizá en algún momento resulten excesivos. En la primera parte, por ejemplo, aparte de la señora esta que te hablaba, estas acotaciones me entorpecieron el desarrollo del "Onegin". 



Pero lo que es la función en sí es fascinante. Un actor hace un poco las veces de Pushkin, al que llamaban "El mono" por ser descendiente de africanos (de todo esto nos enteramos por una de esas acotaciones) y se pasea por el escenario cual simio saltando estantería arriba estantería abajo. El resto del reparto interpreta a los demás personajes de la función a la vez que colabora con las acotaciones. Más o menos nos van contando salpicada de esas interrupciones, la trama de la obra de Pushkin. Hay un intermedio en el que el sábado al menos hubo desbandada. Se piró un huevo de gente. Normal. Al menos para mi gusto, aquello no terminaba de funcionar. Ni la mezcla de tramas y estilos, ni por supuesto, la señora esa que te hablaba de mala manera por los oídos. Y entramos a ver la segunda parte.
Y chico, no me preguntes por qué, pero de repente, en es segunda parte, en algún momento tomo cobra sentido y como por arte de magia mi espíritu, mi mente y mi corazón empezaron a volar y todas las piezas se colocaron de pronto. Lo malo es que no sé explicarlo. Fue como algo milagroso. O como si todo estuviera cuidadosamente calculado para premiar la paciencia y el director nos hubiera hipnotizado para que en ese momento (la parte más lírica de la función, claro) entendiéramos todo. Los actores están brutales todos ellos. Especialmente ese Onegin dandi literalmente amanerado hasta unos extremos descomunales pero conservando la esencia del personaje. Maravilloso. 



Así que sí, a pesar de la mierda de la traducción simultánea, este experimento funciona, y te ofrece un Onegin original con todo el lirismo y el drama del texto de Pushkin y una emoción desbordada a pesar del artificio que mágicamente funciona de maravilla.      

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