lunes, 15 de septiembre de 2014

Constructivo. Ernesto Collado y Piero Steiner. Fira Tárrega 2014.




Si hay algo que define el trabajo de Ernesto Collado es la sinceridad, la honestidad. Y la libertad, por supuesto. Pero sobre todo la honestidad con lo que nos quiere contar. No te engaña, ni te envuelve ni te decora el recado que te quiere dejar. Es tal cual.



Basado en la leyenda de Luigi Maestrini y Rafael Lanza, "Constructivo" nos ataca por dos frentes. Por un lado el manifiesto político, social o casi filosófico. Basta de construir edificios sin pensar en sus ocupantes. Se levantan moles sin pensar y sin preguntar a los seres humanos que los van a ocupar. Edificios con mandíbulas que mastican y tragan personas. Moles-esculturas con brillos, chapas, curvas y todo lo inhumano imaginable. Plazas de hormigón con bancos al sol para que mueran jubilados. Pero Ernesto y Piero tienen un plan. A tomar por culo todo eso. Los edificios son para lo que son y el que no lo sea, abajo. Y te lo dicen dos obreros. Dos currantes de la constru. Con dos cojones. Pero quién sabe mejor de qué va el tema de las casa que los que las levantan. No los que las hacen, ni los que las diseñan ni quienes las piensan, sino quienes las levantan con sus manos y su riñones. Ellos plantean acabar con una lacra que deshumaniza nuestro ecosistema humano urbanita. Al pedo.



Pero es que encima está el otro frente. Estos dos currantes, estos dos filósofos del ladrillo (del de verdad, no el del pelotazo asesino que ha servido de excusa para intentar aniquilar nuestra sociedad y nuestros sueños) son dos seres únicos. Piero (Luigi) recuerda día tras día a su abuelo y cómo él le enseñó a apreciar la belleza de la más famosa de las piedades de Miguel Ángel. Toma ya mazazo filosófico en toda la cara el que nos acaban de soltar. Un albañil que se emociona con su abuelo y con la Piedad. No se me ocurre una imagen más estremecedora y emocionante. Te juro que el corazón se me hizo cachitos.



 Y Piero junto con Ernesto (Rafael) te muestran ese prodigio de ingeniería, física, arrrrte y poética de la supervivencia que es el momento tomate. Gigantesco homenaje a lo simple, al lado bueno de la vida, al ingenio, al trabajo en equipo, a la complicidad y a la hermandad. Dos seres que buscan en sentido en lo sencillo. Casi como un haiku. La belleza y la sinceridad y honestidad (otra vez la honestidad) de lo puro y lo depurado. Por eso ellos son capaces con una mesa cutre, un trozo de lona y dos andamios de construir un hogar. Un hogar de cuento, con su chimenea, su humo, su matrimonio dentro. Porque ese hogar sí está pensado por y para cobijar. Por eso ese montón de restos es un hogar. Y así se cumple el plan.



Ernesto Collado y Piero Steiner son dos actores prodigiosos. Son como Tip y Coll mojados en el humor de Groucho Marx. O como un dúo sacapuntas con un corazón más grande que sus manazas. Antes de empezar te ofrecen lo que tienen, unos botijos por si tienes sed, un mundo derruido para que lo reconstruyas con ellos y una simpleza y depuración de formas y decoraciones tan descomunales como el plan que te proponen. 




Cada vez que he visto a Ernesto Collado he acabado rendido a sus pies y admirando de forma enfermiza se torrente de talento. Con este espectáculo sólo ha conseguido reafirmar esa profundísima admiración que me produce y que no pueda por menos que agradecerle que me haga la vida más bella y más sana cada vez que le veo y me empapo de su sabiduría vital.


 

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