martes, 27 de enero de 2015

Héroes. La pensión de las pulgas.

Puede haber y de hecho hay distintas razones para recomendar una función. No las hay mejores que otras. Y hay veces en las que se juntan muchas de estas razones y entonces ya si que NO recomendar a la peña que vaya a ver algo es de delito. Pues aquí el que escribe os recomienda que vayáis a ver "Héroes" a "La pensión de las pulgas". Luego ya la cosa dependerá de eso tan frágil, cruel y personal como es el gusto. Posiblemente mi primera función de teatro (como espectador) fuera allá por el año 83 u 84 (soy bastante más mayor de lo que creéis y de lo que afortunadamente aparento). Sin embargo me decidí a compartir mis impresiones sobre lo que veía con el resto del mundo hace escasamente dos años. ¿Por qué? Seguramente porque hay un momento en el que uno siente la NECESIDAD de contar. Fijo que Antonio Hernández Centeno sintió también la necesidad de contar esta historia y ahora ha sentido la necesidad de dirigirla. Porque es una historia de esas que salen de dentro. Una historia de amor, de culpa, de perdón, de asumir que algo empieza y de digerir que algo acaba. De valor, del valor del amor, del valor de la entrega, del valor del sentimiento profundo, el hondo, el de verdad, el oscuro, el negro, el enterrado, el que se quiere escapar como el agua cuando rebosa un cubo, el valor indomable y vivificante. Todo eso que nadie te explica que también es el amor. 



Ulises mata a gente por sus ideales. Iván odia a gente por sus ideales. Y María ayuda a gente por sus ideales. Los tres están más solos de lo que creen y quizá por eso mismo acabarán unidos en una historia de amor... de amor amor. Del de llorar, del de dolor, del de sufrir más cuanto más gozas. No quiero desgranar más de la historia porque... porque no quiero. Porque la tienes que descubrir y la tienes que sentir y te la tienes que llorar. Amor, perdón, redención, purificación...
Antonio Hernandez Centeno se la sabe al dedillo y por eso la ha querido dirigir. Pues di que sí, qué coño. Monta un juego escénico interesantísimo, en una sola habitación, pero con un ingenio y un dominio del sentido dramático cojonudo. El juego a tres bandas o a dos o a una o incluso a cuatro es brillante. Sólo quizá por poner una pega a tanto genio ingenioso diría que María a veces juega con los focos de forma algo confusa. Su Andrés (creo que era Andrés) a veces está en la silla pero a veces se mueve, se convierte en Raúl, o en Miguel y eso a veces despista. Yo, y cuando digo "yo" digo "yo" fijaría a Andrés siempre en un mismo sitio. Pero eso es como los gustos, que cada uno tiene uno y todos son buenos. 
Brillante dirección como digo de Antonio Hernández Centeno y brillantísimos los tres encargados de dar vida a estos seres. Diana Palazón tiene ese imán que hace que sea natural y creíble en cualquier situación. Eso se llama "duende"  y ella lo tiene. Carga con la parte más antipática, la que no pinta nada en medio de esto pero por algún motivo mis ojos se me iban a ella continuamente para ver qué hacía, qué sentía, si sus ojillos se le ponían chirripitosos o si se estremecía. Me interesaban sus reacciones, quería saber más de ella y de su relación. Raúl Tejón está... en su línea. En su línea de bien digo. De cojonudo. Esa forma de mirar, esa naturalidad con esos textos a veces un pelín "literarios", esa manera de escuchar, de oír, de recibir y de tragárselo es... brutal. Trabaja desde las tripas, desde el riesgo y desde la verdad absoluta y eso se nota y se escapa en esas lágrimas indomables que se escurren solas. Choni, tierno, cruel, despiadado, amoroso, oso, comestible, odiable, un prisma de seres y de sentimientos, como debe ser, cojones. Y Miguel Diosdado está que te mueres. Guapo, chulangano, chungo, débil, enamorado, rabioso, destrozado, amante, sacrificado, angelical y soberbio. Otro recital. 
En definitiva, que recomiendo esta función porque la historia lo merece, porque está muy bien dirigida, porque ellos están que te cagas y sobre todo, porque me ha gustado.    
  


domingo, 18 de enero de 2015

Carmina Burana. Canal.

Tú lees "Carmina Burana" y "La fura dels baus" y piensas que puede ser un espectáculo descomunal, vibrante y apoteósico. Pues vamos, nada más lejos. 



En escena, un circulillo así como con una gasa supuestamente para que no veamos a la orquesta. Está claro que se ve perfectamente a los músicos porque tienen un atril con una bombilla. Lógico. El coro de la comunidad de Madrid hace lo que puede a los lados, peleando con las capuchas que les han plantado y con las carpetas y las bombillas de las carpetas. Un numero. A todo esto tampoco es que estén demasiado finos. A ratos incluso desacompasados. Pero vamos, con decirte que fueron lo mejor de la noche... junto con la ORCAM, que sí tocaron bien, aunque un poco sosos en algunos momentos. Pero también es verdad que la partitura, aparte de los momentazos así famosos, tiene más altibajos que la montaña rusa de Port Aventura. Las "bailarinas" son unas chicas de una escuela de danza. Y con eso está todo dicho.  
Las solistas cantan como pueden. No es que sean unos virtuosos, pero encima les ponen a hacer cosas y en situaciones y posturas que se debaten entre el ridículo, el bochorno y la vergüenza ajena. Aunque no cantaron mal, pero es que estaban sometidos a tantas perrerías que bastante bien cantaron. 
En definitiva, todo el mundo lo hizo lo mejor que pudo, el problema como casi siempre no son los actuantes, sino el concepto y la visión. 
Recuerdo como si fuera ayer aquel "Accions" que marcó una época y una forma de hacer distinta, brutal y rompedora. Bueno pues ese espíritu y esa visión que tenía "La fura" se ha perdido por el camino. Todo evoluciona, y el mundo gira. Y el problema es que todas las imágenes, todas las elecciones estéticas y las posibles imágenes impactantes resultan anticuadas, muy vistas y más añejas que un capítulo de "Mazinguer Z". A estas alturas poner una pecera y meter a un señor para que moje porque sí a los de las primeras filas NO es rompedor. Es como de "Noche de fiesta".  
Y lo de hacer un bis del "O fortuna" sin que nadie se lo pidiera, sólo para ver si así había una ovación final (que por supuesto no hubo) y era como de premeditación y alevosía.  

sábado, 17 de enero de 2015

La piedra oscura. María Guerrero.

Todos tenemos un punto débil. Yo tengo varios. Y seguramente mi punto P emocional sea Federico. Si juntas a Federico con el textazo hermosísimo de Alberto Conejero, le das la batuta a San Pablo Messiez y les cedes el poder a dos seres como Nacho Sánchez y Daniel Grao, mi orgasmo cardíaco tiene por cojones que ser como el chorro del lago de Ginebra.



El primer artífice de este pequeño milagro es Alberto Conejero. Él es el responsable de esta joya sobre la ausencia y sobre la herencia. Lo que revolotea sobre estos dos seres son las ausencias. La ausencia de Federico, el no contar su historia de amor, la ausencia de una guerra que ni siquiera está presente sino que siempre está al otro lado de esas paredes, la ausencia de la madre, la ausencia de la música, el temor a que no haya trascendencia, que nada perdure, la necesidad de un encuentro entre esas dos almas, la ausencia de justicia, la ausencia incluso de un nombre, la ausencia de lo que da sentido al dolor, la ausencia de algo que convierta en real lo soñado. Esas ausencias sólo se curarán con un encuentro. El encuentro de dos seres torturados por una guerra puta que nada tiene que ver con ninguno de los dos pero que a los dos ha destrozado la vida, el presente y el futuro. Un futuro manco, cojo e incompleto para siempre. Y ya que no hay futuro y el presente está enfermo, al menos que perdure el pasado. Rafael necesita saber que todo ha sido por algo, que su historia de amor y desamor va a perdurar, que algo quedará en la memoria de los vivos. Y necesita de Sebastián, de ese chico que no tiene ni nombre hasta el final para eso. Sebastián navega entre recuerdos amargos que no sabe muy bien cómo digerir pero que sabe que son injustos y heridos. Y esos dos seres acabaran encontrándose por cojones, porque se necesitan para ser. Al menos en ese momento en el que no hay más salida que la verdad. Cada uno de ellos necesita al otro como catalizador de su propia vida y de su propia herencia. La herencia no material sino emocional, la jodía memoria histórica. La memoria sin más. Eso que tanto escuece a los desalmados. Eso que si lo hace Antígona parece lógico pero que si lo pretenden los hijos de los asesinados parece un desatino. Y ese ritual de "lavar" los pies del otro, se convierte en el momento en el que todo el patio de butacas se encoge, se desborda a llorar sin remedio y terminas de comprender la hermandad del dolor. 
Los protagonistas de este encuentro ficticio son ellos dos, dos seres casi sin nombre y con una historia escamoteada hasta que no hay más remedio que buscar la salvación en el amor, en la entrega, en la culpa, en el pánico al vacío. Y protagonistas son esas presencias ausentes. Federico, la guerra, la paz, el vacío, el encuentro y el amor. El texto de Conejero es una auténtica maravilla tanto por la concreción como por el lirismo desaforado que encierra. Y aunque suene salvaje, al leerlo y releerlo y releerlo, da la sensación de que lo podía haber escrito el propio Federico. Es más, te diría, con permiso de Alberto, que de hecho LO HA ESCRITO Federico, metiéndose en los sueños de Conejero guiando su mano. Es absolutamente prodigioso. 



Y llega San Pablo Messiez y ya pa qué quieres más. Desde el momento en el que entras en la sala y ves ese campo de camisas manchadas de sangre, entras en un cementerio. En el cementerio de los muertos en vano. y te sientas en una tumba sin nombre. O en una fosa común en un barranco o en una cuneta cualquiera. En esas tumbas que no quieren abrir. y antes de que empiece la función ya te han metido emocionalmente en todo el ajo. Hay que reconocer que el haber quitado o variado ciertos elementos que están en el texto para la puesta en escena es todo un acierto. Son dos lenguajes distintos y lo que es prodigioso en el texto, al ponerlo en pie seguramente habría funcionado de otra forma. Como la voz de Federico. Esa voz es necesario que está ausente. Porque la callaron. Y callada ha quedado para vergüenza de sus asesinos. Federico está y vuela por la escena pero es infinitamente más dramático y real NO escucharle. 



Toda la puesta en escena es de una sutileza, de una profundidad, de un dramatismo y de una hondura de sentimientos asfixiantes. Las miradas entre ellos, su acercamiento reticente y necesario, el ritmo de la acción, los focos, los silencios, los contactos físicos y emocionales son una maquinaria de relojería hipnótica. Y de nuevo el poder sanador de la palabra. La palabra elegida, la precisa. La elección de las palabras como artista y como ser humano tiene consecuencias. Aquí vuelven a tener un poder sanador. Lo nombrado se convierte en real, en terrenal (como en "Los brillantes empeños"). Por eso hay que carnalizar el amor de Rafael y Federico.  Ese poder brutal de la palabra, de lo dicho, de lo compartido, de lo valorado, de lo vivo es lo que nos salvará. Es necesario para que "nadie pueda desaparecer del todo".  Sobriedad, lirismo, emoción, sutileza, respeto y un profundísimo sentido del amor y de la justicia inundan la elección de Messiez. y a mí me lleva de la mano a esos terrenos dolorosos de la transcendencia emocional de un amor, a la necesidad de haber amado y de haber sufrido por algo. 



Elisa Sanz nos regala una escenografía acojonantemente bella y seca. Paloma Parra unas luces que no pueden ser más dolorosas y que convierten la escena en un cuadro de Mantegna. Y Ana Villa un espacio sonoro cruel y envolvente. Bravo por todas ellas.



Daniel Grao escucha, sufre, mira, siente, vuela, recuerda y ama de una forma espectacular. No puede estar mejor ni hacer cosas más difíciles. Calla lo que no debe decir, escucha y se empapa de lo que oye y descifra. Sus silencios son oro puro difícil, duro y seco de cojones. Es absolutamente prodigioso su nivel de profundidad y de buceo en los sentimientos para llegar a la depuración y sutileza de lo real. Llora y se rompe cuando literalmente NO PUEDE más. Y viaja de la sequedad del que sabe que tiene la razón hasta el desgarro del amante culpable de haber llevado a la muerte a su amor oscuro y de ahí a la frialdad del miedo al vacío de  ese "Nadie puede desaparecer del todo, ¿verdad?" que debería pasar a la historia del teatro universal. Impresionante. Devoción eterna por este actor inmenso.



Nacho Sánchez me dejó boquiabierto. Su monólogo de arranque es sobrecogedor. Y de ahí parriba. Domina completamente el espacio, el ritmo, la progresión, la contención, la inocencia y la entrega. Es generoso con su compi y con la función. es niño, añora a su madre, se desconcierta con la guerra, admira a su rival, vive en la tierra y se ensueña de una forma que te hiela la sangre. El momento "me gustaría tocar en un teatro" te estruja el corazón y abre la compuerta de las lágrimas imparables. Nacho le da una fragilidad y una belleza a cada cosa que hace o dice inmejorable. Y esos ojos indominables tienen una profundidad y un poder que te agarran y te llevan a donde él quiere, dentro de su alma, a sus recuerdos o a sus temores. Los ojos de Nacho son una bomba atómica que maneja con respeto y con un nivel de verdad apabullantes. Y rizando el rizo... ¿no podrían ser los ojos de Federico? No me digas que no.




Y llego al momento ese al que llego a veces cuando escribo. Ese momento en el que debo parar de escribir porque vuelvo a ser un manojo de lágrimas y de hipo incontrolable. Sólo puedo decir que la belleza y el dolor que produce esta función no se pueden expresar ni compartir con palabras. Hay que vivirlas allí, sentado encima de una camisa manchada. Una camisa que podría ser la de Federico o la de cualquier asesinado que sigue esperando que se haga justicia con ellos y les saquen de la cuneta. Aunque a pesar de los malvados sigan vivos, porque afortunadamente "nadie puede desaparecer del todo".                  

jueves, 15 de enero de 2015

Lo último que quiero. La pensión de las pulgas.

Sergio Martínez Vila ha escrito este texto lleno de humor negro, amargura, ironía y dolor contenido y lo ha soltado en las habitaciones de "La pensión de las pulgas" como si tal cosa. Y allá te las compongas. 
Lourdes tiene un cáncer en fase terminal y ha decidido junto con Elena, su mujer, morir esa noche. Lo tienen todo preparado. Unas inyecciones ayudarán a Lourdes a acabar su agonía. Elena ha invitado a un compañero suyo, Ángel a que las acompañe en ese momento. Él no sabe muy bien a qué va y cuando se encuentre con este cuadro... todo lo previsto se irá  tomar por culo. 



Isabel Ampudia está genial como esa mujer enferma, amargada y tocapelotas. Yo me creo que esa mujer esté harrrrta de la vida e incluso de su mujer, de la persona que más la quiere, a la que más ama y precisamente a la que menos necesita. Isabel Ampudia está fabulosa y despliega todo un abanico de sentimientos chungos y desesperados. Mercedes Castro es la mujer sufriente perfecta. Está con ella, con una paciencia infinita, comprendiendo, soportando, cargando y tragando carros y carretas. Perfecta. Iván Villanueva sin embargo tiene que tirar ( y tira) de un personaje más vacío, ciertamente incomprensible y dramáticamente insustancial. Su presencia no aporta gran cosa y aunque el actor está muy pero que muy creíble, sólido en lo que hace y convincente en su personaje, es el propio personaje el que aporta poco a la historia. Aunque cierto es que es la propia historia la trampa que hace que esta suma de buenos elementos. 



Lamentablemente en las tres escenas que componen la función no pasa realmente nada. O pasa poco. Quiero decir, que en la primera escena, aparte de la presentación de los personajes, ocurre poco. En la escena de la cena igual, y en la tercera lo mismo. Y cuando el supuesto giro argumental debería dejarnos epatados en la silla, no termina tampoco de funcionar, hasta que de pronto, se acaba. Quiero decir, que se termina de repente y porque sí, porque no se ha llegado a ningún final, a ningún sitio distinto de donde estábamos. Y tienen que salir a saludar los inmensos actores porque no nos hemos enterado muy bien de que ha terminado. Es realmente una lástima porque la historia, el planteamiento es muy, pero que muy atractivo y prometedor y los actores están fabulosos, pero la propia historia es la que renquea y se queda en un punto muerto. Una penita.      

Petra. La casa de la portera.

Estefanía Cortés hace una buena adaptación del texto duro y seco de Fassbinder para llevarlo a las habitaciones de "La casa de la portera". La gran historia de amores torturados, de posesiones, de pus, de dominación, de enfermedad, de alcohol, de mujeres amantes, de pasión y de desgarro del genio alemán están en esta versión. Y se mantienen los grandes temas de Fassbinder y de este texto en concreto; la búsqueda de la identidad, la soledad, el dolor, el amor no correspondido, la utilización y el vampirismo emocional, la desesperación. Todo esto está en la propuesta que adapta y dirige Estefanía Cortés. 




Tanto el vestuario como los elementos que utilizan son absolutamente precisos y preciosos. De las mejores cosas que se han visto en "La casa". Estéticamente no tiene pega ni desperdicio. Incluso intuyo algún tipo de referencia oculta o algo así en el uso de la canción principal de "El ángel azul", la peli de Marlene Dietrich en la que un profesor vivía un amor destructivo con la bella Lola-Lola. Algo de eso hay aquí. O mucho. Marlene... Schygulla,  Fassbinder... no sé, yo es que soy muy de referencias ocultas. Igual me lo invento, pero... me gusta hilar detalles a mi bola. Y si acierto, mejor pa mí. 
El principal problema que puede tener este espectáculo sea una ligera falta de ritmo, quizá por el relajo propio de llevar tiempo haciendo la función. Hay algún detalle un poco... extraño, como el hecho de que la protagonista no pare de beber y sin embargo no se note algo en su físico que indique que lleva encima media botella. También es un poco delicado el hecho de que las actrices sean tan jóvenes. Quiero decir, Esther Acebo está fabulosa. Fantástica. Se mueve, domina, se retuerce, se desgarra y llora de forma prodigiosa. Y es guapa que te mueres. No le falta de nada. Sólo edad. Tiene que ser una mujer que ha pasado por mucho, que está de vuelta de mucho, que a sus 38 años prácticamente está agarrándose quizá a su última posibilidad de amar. Y aunque Esther está brutal, algo le falta. Le falta poso. Le falta eso que da la edad y la experiencia. No hay por qué haber vivido eso mismo, pero sí es verdad que la experiencia da otra visión. E insisto en que está maravillosa. Como todas sus compañeras, especialmente Noemí Rodriguez, en ese papel difícil e ingrato.




En definitiva, un espectáculo más que recomendable, con un reparto fabuloso, una puesta en escena estéticamente impecable y dramáticamente muy, muy acertada. Quizá con cierta frialdad en la presencia de alguna actriz, pero todo con un nivelamen más que recomendable. De verdad, no os lo perdáis. Fassbinder, el amor, la angustia y el dolor os lo agradecerán.
    

domingo, 11 de enero de 2015

Rinoceronte. María Guerrero.

Hay veces en las que uno, dentro de su humildad, se pone en contra de to dios y suelta por su pluma burradas que no siempre son bien recibidas. Y lo mismo que dije en su momento que el "laaaargo viaje del día hacia la noche" estaba pasadísimo y era un pestiño repetitivo, de "El rinoceronte" de Ionesco diré que... no es de sus mejores textos. Es evidente que el texto es un clásico, una obra primordial de la literatura mundial, pero eso no quita para que sea... reiterativo. La vigencia del mensaje es total. Es más, en estos días de asesinatos, fanatismos y muertes inútiles, el significado se actualiza de golpe. Y en vez de rinocerontes, yo veía velos, cruces y símbolos actuales. Eso le da sin querer un peso a la función brutal. Pero bueno, vayamos por partes.  



El texto es en toda su primera parte, impecable. La acción comienza muy, muy arriba, inundando el patio de butacas y sigue arriba, con una tensión casi irrespirable durante todo ese primer tramo del texto. Las escenas en la calle, en el periódico, hasta llegar al brutal encuentro entre los dos amigos y la transformación de Juan son pura dinamita. Toda la tensión acumulada como una olla a presión estalla en ese momento álgido. Y lo que que viene después es... más flojo. La conversación con Dudard es realmente eterna y reiterativa y la siguiente con Daisy, igualmente. Son dos escenas larguísimas, en las que el conflicto va y viene continuamente y consiguen que la tensión brutal de toda la primera parte, decaiga. Eso está en el texto, es así. Y o te lo cargas y metes poda salvaje, o... es lo que hay. No ha habido poda salvaje, así que es lo que había. Esto hablando única y exclusivamente del texto. La única salvación posible estaba en la puesta en escena.   
Ernesto Caballero consigue con este su mejor montaje desde que es director del Centro Dramático Nacional (vaya tres palabras grandes, con peso, mastodónticas).  El espectáculo es una maquinaria de relojería puesta al servicio de ritmo, de una coreografía frenética por TODO el teatro y de unos focos no siempre respetados, pero sí muy concretos y salvajes. La primera parte está coreografiada con ritmo, con brío, te descoloca, sorprende, hace que te gires, que busques la acción, que se rompa la postura en la butaca y eso siempre mola (cuando está justificado, claro). La señora del gato jodiendo la escena, el acomodador, la gente del pueblo, Daisy que llega tarde, Juan y Berenger a lo suyo... relojería pura y puro ritmo en un alarde de Caballero. Se ha desmontado o deconstruido el patio del María Guerrero muchas veces y esta es una de esas en las que el resultado es acertadísimo (sin que se "desmonte" literalmente). Sin embargo en esa "segunda" parte a caballero creo que le falta determinación lo primero a la hora de podar el texto y lo segundo, dando nervio a la acción. Está montado como si quedara todavía una hora de función, y lo que pasa es que llevamos YA una hora de función. La escena con Alcobendas es de sofá y la de Orazi en la cama pero igual de estática. Así es difícil. Otra cosa; el hecho de romper las barreras en el primer acto mola, y ver entrar a Fernanda Orazi en el patio de butacas a mí me emocionó. Pero ese acto de romper paredes e invitar al espectador a ser un personaje más empieza ahí y ahí termina. No se vuelve a usar más. Fernanda no vuelve a ser espectadora sino personaje. Con lo que esa aparición primera emocionantísima puede parecer gratuita. 
Vamos a ver, que a mí el espectáculo me gustó muchísimo, que me encantó, pero como lo mismo te digo una cosa como te digo la otra, también te digo que la segunda parte cae un poco, sólo eso. 



Las luces de Valentín Álvarez están bien. NO, están muy bien. La música y el espacio sonoro de Luismi Cobo, el genio Luismi Cobo son tan acertados como todos sus trabajos. La escenografía de Paco Azorín funciona muy bien, aunque me recuerda demasiado a otro trabajo suyo, la famosa cárcel del montaje aquel de "Il prigioniero / Suor Angélica" de Pasqual. Es la misma idea y me recuerda terriblemente. Quizá hasta la filosofía de ambos montajes tenga que ver, pero... a pesar de ser bestial la idea de Azorín, me resultó... eso, que me recordó mucho a su otro trabajo.
Lo que es absolutamente incontestable en este espectáculo es la inmensa calidad de TODO el reparto. Si hubiera un premio al casting del año, este estaría entre los finalistas fijo. TODOS están fabulosos. 


 
Los menciono porque lo merecen. Ester Bellver, Mona Martínez, Juan Antonio Quintana, Bruno Ciordia, Paco Ochoa, Juan Carlos Talavera, Janfri Topera, Pepa Zaragoza, Paco Déniz, José Luis Alcobendas y mi amada Chupi Llorente están soberbios. En esta función NADIE interpreta un personaje menor o intrascendente. Todo es coral y el personaje del pueblo, de la masa, de la manada es tan importante como los protas. Un elenco que te hace amar esta profesión al ver la entrega y el amor que desprenden cada uno de ellos. Gracias a todos por esta lección. 
Pepe Viyuela está inconmensurable. Es un ser normal y corriente. Es un ciudadano con debilidades, con defectos, con su fortaleza, su personalidad, es un vecino más. Y de eso se trata, de hacer del prota un "hombre cualquiera" aún siendo el prota. Hace yo creo que lo más difícil que puede hacer un actor; ser "artificialmente normal". Sin tacha, gigantesco, admirable.


 
Fernada Orazi es una maga. Consigue, como consiguen las hadas, que tu mirada se pose en ella haga lo que haga, esté donde esté. No es que robe foco, es que tú, como espectador no la pierdes de vista porque sabes que todo lo que hace y lo que No hace, es importante, es lógico y que si la sigues a ella, podrías seguir la escena porque en ella está todo. Incluso consigue levantar toda esa escena final reiterativa. Es un peso pesado de la escena, lo ha demostrado siempre y lo sigue demostrando en escenarios más grandes. En definitiva el trabajo es ese, se haga donde se haga y la calidad no va en tamaños, sino en aptitudes y en carisma y la Orazi (como las grandes actrices a las que se llama por el apellido, como para demostrar que lo suyo es de raza, de sangre, de la naturaleza) tiene calidad, carisma, encanto y una inteligencia sobrehumanos. Una bestia haga lo que haga. 



Como Fernando Cayo. Decir que es de los mejores actores de su generación es una obviedad. Si lo habéis visto no hace falta que diga más. Y pal que aún no haya visto este "Rinoceronte" sólo le diré que don Fernando se transforma literalmente delante de nuestros ojos en rinoceronte. Sin FX, sin photoshop y sin croma. Lo hace únicamente con ese don que tiene que lo tiene pocos seres en este universo. Con su capacidad actoral, metamórfica, sobrehumana, metafísica... no sé cómo definirla. Sencillamente NO SE PUEDE ESTAR MEJOR. Y encima con una trabajo vocal perfecto, dificilisimo e inmejorable. Y te lo digo yo, que de eso sé un rato. 

Resumiendo. Texto irregular con una puesta en escena brillante aunque algo renqueante en la parta más jodida y con unos actores inconmensurables y perfectos todos ellos. Sin duda un arranque de 2015 brutal y que pone el listón altísimo. Ahora que hemos superado las "listas de lo mejor del año", apuntad este "Rinoceronte" porque sin duda estará en las listas de diciembre del 15, ya lo veréis. Y por supuesto... si alguien todavía no lo ha visto...que corra al Centro Dramático Nacional (vaya tres palabras, madre mía) y que pille ya. 
Ah... y esa imagen final... para la historia del teatro.
 
(SPOILER de foto. Si no quieres ver esa imagen no sigas pabajo porque no me he podido resistir a poner esa imagen).          



















viernes, 9 de enero de 2015

Entremeses. Teatro de la Abadía.

Para celebrar de alguna forma el 20 aniversario de la creación del Teatro de la Abadía, José Luis Gómez recupera uno de sus primeros montajes e incluso repite con algunos de los actores de aquel montaje original para volver a presentar en la sala San Juan de la Cruz estos "Entremeses" de Cervantes. 



La verdad es que es la mejor celebración posible, porque este espectáculo con el grandísimo José Luis Gómez a la batuta y con Cervantes en la letra es un puro goce. Un disfrute mayúsculo. Aquí, a un servidor, con la fama que tengo de malvado y despiadado (no entiendo por qué, pero bueno) se me puso una sonrisa en los labios cuando oí el primer pajarito resonar por el patio (yo soy muy de patios, está claro) y no se me borró hasta un buen rato después de que acabara. 
La panda de cómicos que inundan el escenario, cantan, bailan y representan estos entremeses bajo un árbol centenario, testigo de la historia, de la tierra y de las raíces están literalmente en estado de gracia. Todos ellos están brillantes, divertidos, físicamente perfectos, maravillosamente dirigidos, movidos, servidos, hablando por derecho, derrochando chispa, mordiente, diversión, disfrute salvaje y optimismo. De verdad os juro que se pasa un rato de goce total, de diversión y de subidón afectivo. Sales con ganas de besar y abrazar al que pilles.



No sé, es que poco se puede decir. Que la dirección es briosa, pegadiza y con un nervio contagioso y brillante. El reparto entero está soberbio, aunque si tengo que destacar a alguien, Inma Nieto me maravilló y con Luis Moreno me partí el culo en "el viejo celoso".  Y ese Javier Lara que por primera vez no me ha hecho llorar, sino sonreír con cara de gilipollas por haber gozado como un crío con algo tan nuestro, tan cercano y tan de la tierra de donde sale el vino como estos "Entremeses". Una pura gozada.

martes, 6 de enero de 2015

Lo que más me ha gustado de 2014.

Yo que soy muy listo y un bocas que te cagas, pensaba que iba a ser fácil hacer un resumen de lo que más me ha gustado de lo que he visto durante 2014. Y claro, una mierda pa mí. A simple vista me salían unos veinte espectáculos que se merecían mención. Este año he visto 444 espectáculos, óperas aparte y conciertos. Es una cifra engañosa porque este año hemos estado en varios festivales viendo todo lo que podíamos, así que los 444 no son lo normal. Estar finalista entre 444 candidatos es la hostia, creo yo, así que cualquiera de los que aparezcan en esta lista pa mi gusto es la creme de la creme para mí. Finalmente he dejado unos cuantos espectáculos y los he agrupado como me ha salido de los huevos, pa qué nos vamos a engañar.

Espectáculos de otros años pero que yo NO había visto hasta este año.

La abducción de Luis Guzmán.  Una rareza con todas sus letras. Tres intérpretes cada uno de una madre envueltos en una función única y tan raruna como encandiladora.




Verano en diciembre. Fascinante trabajo, tierno, cercano, real, carnal y tan trágico como cualquier familia. Actrices acojonantes. 




Los ojos. Es absurdo querer definir el dolor, un atardecer, un desengaño amoroso, el amor de tu mascota, la tristeza que te produce una canción... Hay cosas que no se pueden definir. Y cuando Pablo Messiez me toca la fibra, me desgarra, me destroza, me hunde y me abandona. Y lo de la Orazi... de otro mundo. 




Mi pasado en B. Creo que son los budistas los que consideran al numero 8 como el número perfecto. Si lo partes verticalmente tienes un 3, si lo partes horizontalmente tienes un 0, si le quitas un trozo de arriba tienes un 6 y si lo tumbas es el símbolo del infinito. No sé a cuento de qué viene esto pero me apetecía ponerlo. O igual es por lo de "infinito". Javier Lara demuestra un amor y un respeto por la historia, por las raíces, por los orígenes,  por los por qués, por los porques y por la tierra infinitos. Y ha conseguido un efecto hipnótico en mí, y es que cuando pienso en él o en este espectáculo, el corazón se me estruja y se me inundan los ojos de lágrimas. Este espectáculo es un derroche de belleza y de amor. Y Javier Lara es un montón de ternura y de respeto. Mi admiración por él es un ocho tumbado. 




MBIG. No creo que se capaz de repetir las burradas que he escrito cada vez que he ido a ver este espectáculo. Lo que he escrito del que creo que es sin duda el mejor espectáculo de 2013, 2014, 2015 y de muchos años es fruto del impacto de cada día. Y lo que cada día he escrito es irrepetible, es producto del boqueo emocional que me producen todos los implicados en esta joya. Mención especial para uno de los mejores actores del mundo, un manojo de inteligencia,, entrega, compromiso, riesgo, generosidad, matices y terror. Fran Boira se zambulle en las emociones regaladas de una forma aterradora. Cruzar una mirada con él en plena función es como agarrar un relámpago con las manos mojadas. No concibo el mundo de la interpretación sin Fran Boira como referente.




Las plantas. Como tampoco concibo el mundo ya no sólo de la interpretación sino el mundo en general sin la mirada limpia y doliente de Estefanía (de los dioses) y de los Santos. Mi Fani me estremece, me vacía, me lleva al pozo y me hace querer jugar a "la papelitos". No he visto tanto desgarro ni tanta ternura juntas. Y sólo quiero romper la cuarta pared y llevármela de ahí y cuidarla. Coño, mira que me gusta a mí llorar, cojona. Y este monumento a la pena... es parte de mí.  





Gentes que me han flipado por partida doble.

Vaca 35 han traído este año dos joyas muy diferentes y profundamente iguales. La esencia de la esencia de la esencia. "Casualmente" en la Kubik y "Este recuerdo ya nadie te lo puede quitar". Chejov y Kundera. Devoción absoluta por esta compañía, por Damián, por Diana, por Mari Carmen, por José Rafael, por Hugo,  por Gabriela... por esa forma de trabajar y por esa forma de entender la investigación teatral. 




Ernesto Collado me ha traspasado con dos monumentos a la inteligencia, a la bondad, al compromiso y al amor por el mundo y por el ser humano. Ernesto y yo nos entendemos, el cabrón es como yo y piensa lo que yo pienso y como yo lo pienso. Entiendo cada palabra suya y conecto con TODO su lenguaje y su mensaje. Soy su siamés, su alma gemela, su sombra, su yo qué sé. Es mi héroe. "Montaldo" y "Constructivo", dos joyas cotidianas y calantes. Te destrozan.  





Grandes estremecimientos. 

En el desierto. O la belleza en todos sus rincones. La iluminación, los actores, los bailarines, la música, el ruido, los colores, el ritmo, Chevi, Maru... todo es un prodigio.  




Los brillantes empeños. Canino más Messiez. La perfección, la belleza, el sufrimiento, la figura del padre... Todo lo que duele está ahí juntito. Redondo, maravilloso, brillante, prodigioso, lleno de luz y de lágrimas. Te rompe. José Juan Rodríguez es de otra galaxia, no hay palabras para agradecerle lo que nos regala. Y Javier Lara. 




Como si pasara un tren. Marina Salas divina, Carlos Guerrero prodigioso y María Morales... que es una apisonadora emocional. La Magnani española. Brutal. 




Los nadadores nocturnos. Poesía del dolor (como casi toda la poesía que me gusta), imaginería embriagadora y un reparto de ensueño encabezado por mi amada Esther Ortega y con un amo del off, Alberto Velasco. 




La noche justo antes de los bosques.  En "La puerta estrecha" un local que ha pasado por muchos derroteros y que ahí resiste. Montajazo arriesgado, valiente y duro de cojones. Trabajo prodigioso de César Barló a los mandos y de José Gonçalo Pais al cuerpo y alma. Desgarrador ejercicio en el que logran que hasta se "huela" en vómito social de Koltés.




Lágrimas, mocos y sangre. Por todo. Texto y puesta en escena como de peli de los cuarenta. Todo rezuma cine clásico. Y encima con tres bestias pardas, Irene Arcos, Alicia Lobo y Jorge Cabrera. Delicatessen.   




Misántropo. Por todo. No se puede hacer mejor ni más bonito. Y ellos.. impecables. To dios quiere ser un chico "Kamikaze". Normal. Lo más redondo del año.





Fausto. Por Pandur, por Roberto, por Ana, por Marina, por Víctor... por el agua, por las líneas, por la aventura, por la fantasía, por la inteligencia, porque me pilló y lo pillé. Por el puto simbolito del final y porque viéndolo, YO quería gritar "instante, detente. Eres tan bello...". 




El caballero de Olmedo. Esto porque además de parecerme preciosísimo y tremendamente inteligente, descubrí varias capas bajo la apariencia sencilla que creíamos ver. Y porque haga lo que haga Lluís Pasqual, estará en mi top SIEMPRE. El maestro de los maestros. Mi referente.