sábado, 28 de febrero de 2015

Los cuentos de la peste. Teatro Español.

Le toca el turno al ¿cuarto? montaje sobre textos de Vargas Llosa. Grannnn decisión la de programar este ciclo... madredediosssss. Y le toca el turno a... estos "Cuentos de la peste". 
Amos a ver cómo lo administro... Bueno, este es... o mejor dicho "era" un texto inédito. La mayoría de las veces, los textos que permanecen inéditos es por algo. Quiero decir, que quizá, en algún caso, puede, a lo mejor, igual sería mejor que siguieran inéditos. Sobre todo si consisten en unos cuentecitos insulsos, oídos cien mil veces, con referencias tan "interesantes" como las monjas de un convento que se quieren beneficiar al mozo de turno. Algo inédito, vamos. 
Pues eso, que el texto ya de por sí me parece viejo, anticuado, insulso, carca, reaccionario y apolillado. Eso de que dos señores se jacten de estar solteros "porque no han conocido una mujer a su altura"... o lo de que el prota afostie y veje continuamente a su supuesta amada y nos quedemos todos tan pichis... como que no va conmigo. A ver, que Vargas Llosa evidentemente es premio Novel, yo no voy a discutir ni cu calidad ni su obra así en general, sólo digo que este texto podría seguir inédito y el planeta seguiría girando igual. 
Y ya lo que sea el propio autor el que se haga al prota... no le encuentro yo ni razón ni perdón. Porque si lo hiciera bien todavía. Pero es una nulidad actoral. No hace absolutamente nada de trabajo actoral. Está, habla y va de un sitio a otro. Punto. Y cuando entre tanta naftalina, los actores que hay en escena consiguen elevar un poco el nivel de tensión dramática, llega él, abre la boca y todo al suelo. De verdad, debería estar haciendo ese papel un actor. ¡¡Y será por actores en este país!! 



A su alrededor gira Aitana Sánchez-Gijón afectadísima, como si fuera una especie de ninfa salida de "Juego de tronos" pero hablando con una afectación dulzona exagerada. Aún así defiende con garra los momentos más interesantes. Pedro Casablanc, Óscar de la Fuente y Marta Poveda hacen todo lo que pueden y más, mucho más para sacar adelante este mamotreto demostrando que los tres están muy por encima de sus personajes, y que son realmente unos actores fantásticos, unos mastodontes que hacen lo que les pidas. Están brutales los tres. Pero claro, intentan sacar adelante algo que no hay por dónde cogerlo. Aún así me quito e sombrero ante todos y cada uno de ellos. 
Joan Ollé consigue que el espectáculo transite entre el bostezo y el cabeceo en la butaca y el esperpento desaforado rozando los números de "Martes y trece" con un momento cumbre que es el cuento de la "pija". Sin palabras.

La gran duda que me asalta es cuánto habrá costado vaciar el patio de butacas del Español para hacer esa escenografía... vistosa y vacía a partes iguales, con una mula muerta que no sé qué pinta ahí. En fin, que no es la primera vez que se vacía un teatro, pero las otras ocasiones pa mi gusto, era por algo. Quizá con el pastizal que ha debido de costar hacer esto se podían haber pagado algunas funciones en la sala pequeña seguro que mucho más interesantes.      

lunes, 23 de febrero de 2015

El Rei Lear. Teatre Lliure.

Cuando en mi coco se produce un bloqueo mental generalizado o cuando lo que quieres decir es tan inmenso que no sabes por dónde cojones meterle mano, lo mejor es dejarse de bobadas e ir a la esencia. A la raíz de todas nuestras cuitas. Y ahí surge una pregunta con una respuesta absurda y certera a la vez: ¿qué es lo mejor para enfrentarte a un texto? Comprenderlo. Pues eso. La mejor forma de enfrentarte a un textazo tan inmensamente mastodóntico como es el Lear es sencillamente comprenderlo. Así de sencillo. Si lo entiendes; si consigues traspasar todas las capas que subyacen debajo de cada frase, si de esa prospección intelectual, sensitiva y emocional a partes iguales sales vivo, tendrás la clave. Mira que me gusta a mí "McBeth", y por supuesto "Hamlet" es un obrón, pero "El rey Lear" ha aparecido ante mis ojos envuelto en una dimensión nueva para mí y tan dolorosa que creo que sería incapaz de volver a verlo.




No es mi objetivo desgranar la obra de Shakespeare, ni tengo capacidad para hacerlo. Sí la ha tenido y la tiene Lluís Pasqual, firmante y auténtico médium entre la mente y el alma de Shakespeare y el mundo terrenal. El texto es un monumento al dolor humano, a la crueldad, al amor desproporcionado e hiperbólico y a su lado oscuro, al mal que se puede llegar a hacer a quien más amas o el inmenso amor que se puede sentir por alguien que no está. La crueldad del amor, el dolor del alma, ese dolor que como el reúma, no consigues localizar en un punto concreto pero que no te deja vivir. No recuerdo un texto en el que el amor duela más y en el que el motor sea la ausencia dolorosa. Las ausencias son las que van marcando el discurrir de este pedazo de drama. La supuesta ausencia del amor de un hija, la supuesta ausencia de respeto hacia un hijo bastardo, la ausencia de amor hacia un padre, la ausencia del hijo, la ausencia del amor, el dolor atenazador y la ausencia de cura para la pérdida. Sólo desde el dolor más irreparable puede salir ese llanto ahogado, desgarrador, cavernoso y negro de pena negra de Lear cuando acaricia a su Cordelia muerta, cruelmente arrancada de la vida y de su vida. Ese gemido negro de la Espert, de Lear es el sonido más certero y desesperado que he oído en mi vida. Sólo puede sonar así el dolor desgarrado directamente del corazón de un ser humano. El amor es motor, pero la crueldad también habita en nuestro interior, y la frialdad es tan cruel como el odio. El orden cósmico se tambalea por el dolor, por el odio, por la ausencia y por el amor no correspondido. No hay en el mundo nada más trágico ni más doloroso. Esa tormenta es la que sacude el cuerpo y el espíritu de Lear y lo que le lleva a esa locura incluso... sanadora.




Todo esto no es que esté en el texto, que está, sino que está en lo que Lluís Pasqual nos pone ante los ojos. El sitio que elige Pasqual para contarnos esta historia es el más doliente, el puto epicentro del dolor. El puto epicentro de la ausencia. El puto epicentro de la crueldad cósmica. Justamente ahí habita su mirada y justamente ahí deposita tu alma para que te la pisoteen entre todos. Creo sinceramente que desde "El público", no había visto nada de la intensidad emocional que se rumia en este Lear. Pasqual es un puto genio y tiene montajes históricos, pero desde aquel Lorca... mejor dicho, desde aquel Federico, su visión y su sitio no habían vivido una intensidad y una certeza tan magistrales como en este Lear. Las capas que hay en este Lear son tan profundas y dolorosas como en aquel Federico. No es casualidad que los momentos tengan hasta semejanzas y ahí puede radicar ese dolor universal. Estaba en "El caballero de Olmedo", pero el romántico optimismo de entonces aquí se vuelve pus, se vuelve lágrima negra. Dice Lear: "si quieres llorar mis desventuras, toma mis ojos".  Pues eso es lo que parece haberle dicho Shakespeare a Pasqual al oído. 
Quizá no pase a la historia como ha pasado "El público", pero este "Lear" es tan obra maestra como aquella, el acierto de Pasqual es tan doloroso como aquel y la forma de tocar el cielo exactamente la misma. He visto el corazón y el alma de Pasqual en medio de la sala. Te lo aseguro. Y lloraba.   
Por supuesto, escenografía brillante, prodigiosa, mágica y brutal y unas luces de caerte de espaldas de precisas y preciosas. Las proyecciones son directamente celestiales y el espacio sonoro envolvente. Vestuario y caracterizaciones cojonudas, con esos colores reales, terrenales, terrosos, verde musgo, rojo barro... todo naturaleza, bosque, planeta y verdad.





Hablar del reparto actoral es como hablar de precisión, de maestría, de corazón y de coraje. Laura Conejero y Miriam Iscla están brutales, perras, asquerosas, hijas de puta y arpías solitarias y dolientes. Su bilis viene del desprecio, de la miseria y del abandono emocional. Su rabia es la ausencia. De bondad, de corazón, de generosidad y de amor. Brutales y salvajes. Andrea Ros es una Cordelia mágica, es un hada, la Cordelia perfecta en su sinceridad, en su rigidez y en su amor flotante. Divina y mágica. El Kent de Ramón Madaula es de libro, es para las escuelas, es para que sirva de ejemplo. Como el Edmund de David Selvas o el Edgard de Julio Manrique. Inmejorables, complejos, profundos, con el dolor sangrando por todos sus pliegues y dejando un rastro de sangre, de pena negra y de dolor mortal en cada palabra. Jordi Bosch lo tiene todo demostrado, pero lo que hace con su Gloster es histórico. Literalmente no se puede hacer y sentir mejor. Te agarra el corazón y te lleva sin que lo notes por la cuneta enfangada de un padre roto. Es tan frágil y tan desgarrador que es casi insoportable verle en escena. Magistral. Sin palabras. Como sin palabras te deja Teresa Lozano que hace un bufón de leyenda. Hijo directo del pastor bobo de Echanove. O quizá sea él mismo disfrazado de mujer. Otro entronque más con aquel Federico. La Lozano echa raíces en tu retina nada más aparecer y no se va de ahí. Divertida, sarcástica, hiriente, visionaria, despreocupada y madre, hermana y esposa. Un icono que debería pasar a la historia.




Y Nuria, la Espert. La inmensa, planetaria y sabia maga doña Nuria Espert. Nuria ES Lear. Ni hombre, ni mujer, ni postizo ni nada. Nuria ES Lear, es la esencia del padre, es la esencia del dolor, es la incertidumbre, es la crueldad también, es la injusticia, es la arrogancia, es el poderío, es un perro de raza y es un puñado de tierra. Sólo por la evolución de su personaje, por dónde y cómo se va llevando a su Lear, se merece un lugar en el firmamento junto a los dioses. La escena de la silla de ruedas, los duelos con sus hijas, ese final con Cordelia, el llanto, el caer, el escupir, el devolver y el tragar sangre se juntan en ella como si fuera lo más normal del mundo. El inmenso carisma de Nuria se junta con un trabajo que yo juraría que a ella le tiene que dejar huella, y nos regala un Lear tan histórico como el de Laurence Olivier. Sí, señores, sí. No hay nadie sobre los escenarios tan capaz de hacer y sentir con esa maestría como la Espert. Descomunal. Y mi mente me trae la imagen de Alfredo Alcón. Esto sí que no sé por qué, neura mía. Pero el círculo de dolor, de amor sin vuelta, de entrega sin límite y de espera sangrante me inunda otra vez. Aunque yo llore por lo mío.           

PD: "los viejos hemos vivido tanto...que los que vienen detrás no vivirán tantas cosas ni vivirán más tiempo. Es el momento de decir con voz alta y clara el nombre de nuestro orgullo, de nuestro dolor y de nuestra rabia". El resto... es silencio.  


    

viernes, 20 de febrero de 2015

El plan. La pensión de las pulgas.





Sí, ya lo sé, yo soy mu rarito. Siempre me he imaginado dentro de las escenas de las pelis que me gustan. Igual que me veo dentro del escenario de las funciones que me molan. Y sí, ya sé también que toda la vida es cine y los sueños...cine son, pero... pocas veces me había sentido en medio de una peli pero en un teatro. Y ver "El plan" es como estar en medio de una escena de "Los lunes al sol" o hasta de una de Ken Loach. 
El texto de Ignasi Vidal, que también hace las funciones de director, es un mazazo sin escrúpulos a nuestra burguesa mirada. Tres amigos han planeado "algo" para esa mañana. Tres parados. Tres vecinos tuyos, míos, de cualquiera (bueno, de Fátima Báñez igual no, ni de Montoro, pero bueno, casi mejor). Lo que parece una quedada tal cual acabará siendo lo que menos te imaginas. O lo más lógico, cualquiera sabe. 




El principal mérito de este prodigio es su propia esencia y naturaleza. No hace falta irse la callejón del gato para deformar nada. La propia realidad, o mejor dicho, la propia hiper realidad está ahí y es así. Ni las palabras pueden ser más llanas ni los actores más naturales. Lo que se cuente, o se dirige y se vive así o no se hace. Y ellos lo han hecho. Los cuatro. El director poniéndose al lado de los personajes, a su misma altura y "simplemente" dejando que respiren como deben hacerlo. Nada está realzado, ni retocado, ni mimado, ni oculto ni sobre expuesto. Todo lo que dicen, lo que cuentan, cómo lo cuentan, cómo lo hacen, es tal cual. Está vivo. Sólo se puede uno tomar una cerve así, sólo se puede esperar y desesperar uno así, no hay otro camino. No es realismo siquiera, es hiper realismo, es como si plantaran un microscopio en la vida de cualquiera. Es un trozo de la vida de tres seres NORMALES a los que les pasan cosas normales, y tiene movidas normales. Pero normal de normal, no de "impostadamente" naturalista. Eso que no te terminas de creer. NO, esto es real y está vivo. Y está vivo gracias al respeto del autor por sus personajes y por su situación, al respeto del director por situarse en el mejor sitio posible para contarnos este "drama cotidiano" y está vivo gracias al trabajazo denso, detallista, ligero, amoroso, aparentemente leve y terroríficamente humano de los tres actorazos inmensos que llevan el peso de la cotidianidad. Esos tres monstruos escénicos y vitales dan vida, carne, interior, pasado, presente, duda, tortura, decepción, frustración, deseo, humor y cuerpo a tres seres del descansillo de tu casa. A esos currantes (o no) que se toman su cafelito con un chispazo. Encima está envuelto en esa trampa mortal que es el humor. Pero si te fijas bien, no es un humor de realzar nada ni de meter con calzador bromas, chascarrillos, coñas o morcillas "naturalistas". Qué va. Absolutamente todo lo que se dice es real, no hay nada que busque la coña. La risa viene sola al ver desde fuera lo que en realidad es la vida tal cual. Te descojonas porque lo reconoces. En ti, en tu vecino y en tu cuñao.  




Creo sinceramente que no se puede hacer nada mejor ni más respetuoso ni implicado, ni ácido ni terrorífico que llevan la puta realidad al escenario, y en "El Plan", Ignasi Vidal, Javier Navares, Chema del Barco y David Arnáiz no solo lo hacen sino que lo bordan. Totalmente espectaculares. De obligada visión y disfrute (es un decir). Espero y cruzo los dedos para que prorroguen y prorroguen eternamente para que todo dios pueda vivir la experiencia de estar en medio del comedor de estos tíos.             

miércoles, 18 de febrero de 2015

Lover. Off del Lara.




Laaaaaaargoooooo, leeeeeeennnttttoooo, se me hizoooooo eteeeeeeernoooo y muuuuy aaaabuuuurridooooo. Pa mi gustoooooo mmuuuuuuy vaaaaaaacuoooo. Ni mágicooooo ni...zzzzzz

domingo, 15 de febrero de 2015

The table, Abadía versus Ne m'oublie pas, Canal.

Las cosas que hemos visto últimamente en Canal de "teatro visual" o como se quiera llamar tienen todas un poquito la cosa esa como de añejas, como de catálogo de espectáculos que giran por le mundo desde hace años, un poco en plan programa de José Luis Moreno un pelín más fino, pero anticuado y naftalínico.




El espectáculo de Philippe Genty se estrenó el año 92. 1992, hace 23 años, que se dice pronto. Y en 23 ha pasado de todo y la evolución en las artes escénicas ha sido bestial. Creo que con eso está todo dicho. Los actores muy buenos, sí, muy expresivos y lo que hacen, lo hacen muy bien. Pero claro, están haciendo cosas de hace 23 años. Puntín hortera, pasadísimo y muy, muy añejo. 
Igualito, igualito que lo que hacen los de Blind Summit Theatre con "The table" en la Abadía. Esta compañía mítica en creación y manipulación de títeres llegaba a Madrid con un espectáculo que había triunfado primero en el FRINGE de Edimburgo y después por medio mundo. Ellos son los responsables, entre otras mil criaturas y espectáculos, del famoso gato de aquella maravilla que fue "El maestro y Margarita" de los Complicité. Ahí es nada. 
Una especialización que les ha convertido en unos virtuosos de la manipulación de títeres. En este caso, en "The table", parten de la base del bunraku más básico y desarrollan una historia graciosa, sencilla, directa y efectiva. Tres manipuladores a cara descubierta dan forma y personalidad a Moses, mientras este irascible muñeco intenta recrear las últimas 12 horas de la vida de Moisés. La habilidad y el virtuosismo de los manipuladores llega a tal nivel que consiguen que una cabeza de cartón tenga expresiones. Pero así tal cual, tú mirabas al muñeco y veías literalmente cómo le cambiaba la cara, cómo la expresión de su rostro variaba y conseguía que el muñeco sencillo y de líneas indefinidas adquiriera personalidad y carisma. Por arte del arte de los manipuladores, Moses se convertía en un actor con personalidad y un carisma arrollador, consiguiendo que el publico a la salida se quisiera hacer un selfie con él, como si fuera el actor de moda o el protagonista de carne y hueso de la función que acabábamos de ver. La historia por lo demás es cachonda, los manipuladores/actores son fantásticos y te van llevando, junto con ese fenómeno de masas que es Moses por una historia cautivadora, cachonda y banalmente sincera. Creo que en mi vida me he descojonado de la forma que me descojoné el otro día. No podía para de reír con las ocurrencias y las caras de Moses. Uy, perdón, que es un títere, que no cambia de cara. Bueno, este sí, gracias a la labor de filigrana que hacen esos tres manipuladores absolutamente magistrales.




 Yo también trabajé en una compañía mítica de títeres de España, sé lo complicado que es manipular y dotar de vida a un muñeco. Pero también comprobé esa magia que se da cuando consigues que un simple movimiento de mano haga que tu compañero de madera cobre vida. Esa magia es la que lograron los miembros de Blind Summit Theatre en la Abadía. Igualito, igualito que el espectáculo de Philippe Genty.

sábado, 14 de febrero de 2015

Don Juan. Teatro Pavón.

Yo, como todo hijo de vecino, tenía unas ganas locas de ver este Don Juan dirigido por esa genia que es Blanca Portillo, una de las mejores actrices de este país, no ahora, sino desde hace más de veinte años (recuerdo unas Troyanas hace mil años y aquella "Oleanna" inolvidable) y encima protagonizada por esa bestia parda que es José Luis García Pérez. por el que cualquier que me lea sabrá que tengo debilidad. Así que el goce estaba servido. 
Iré por partes. La escenografía está bien, con esos elementos polivalentes muy ocurrentes y bien utilizados. Una buena ocurrencia que salva muchas situaciones. Aunque algunas entradas y salidas resulten un poco flojas. El tener que salir y entrar por entre esas cortinas quita un poco de carga dramática al conjunto. Las luces estuvieron muy bien, aunque quizá el juego de colores de esa luna tan poco lorquiana fuera un poco evidente. No entendí las canciones que defendió muy bien Eva Martín. Vamos, que eso es problema mío, pero no entendí parte de la letra, ni qué significaban, ni si los textos son de la obra (creo que no, al menos no me sonaban de nada).




Es inevitable que haya mucha expectación en la dirección de Blanca Portillo. Y ahí radica gran parte del gas y del desinfle de esta función. La adaptación de Mayorga no tiene tacha. Quizá el momento final, pero... ya llegaré a eso. Blanca Portillo deja claro que don Juan le cae fatal. Normal. Y mola ver que un director tiene punto de vista. Yo siempre espero que me cuenten la historia desde algún sitio concreto, sea el que sea, esté o no de acuerdo o me parezca el más apropiado o no. Eso da igual. El director elige y Blanca ha elegido ese sitio. Perfecto. Encima es que lo comparto, o sea, que... Pero para mi gusto, lo que yo advertí fue otra cosa. Él es un cabrón, Brígida tiene una dimensión concreta cojonuda, siendo casi tan perraca y tan mala y maquinadora como el prota. Fantástica elección para la Brígida. Entre ambos tejen la tela de araña en la que acabarán cayendo todos. Pero lo de presentar a Ana de Pantoja en lencería roja, como esperando sexo... o el que doña Inés parezca a ratos una cría caprichosa resta valor a las figuras femeninas. Sé que esa no era la intención, pero eso es lo que yo percibí. En el intento de dejar mal a don Juan, acaban quedan mal también las mujeres. SPOILER. Y el detalle final de bajar a don Juan al patio para intentar dejar claro que "esto es una función, es teatro, ninguno de nosotros estamos de acuerdo con lo que pasa ahí arriba, pero es que lo pone en el texto"  me sonó más a intento de distanciarse del texto, a distanciarse de la filosofía del personaje que a figura teatral. No sé si me explico. Ah, y las imágenes de los fantasmas merodeando por ahí me pareció ciertamente..anticuada y muy vista. 




En cuanto a dirección escénica pura y dura, la primera escena me pareció caótica y sucia. Mal de ritmo, avanzaba como a trompicones y curiosamente, según avanzaba la función, la cosa iba ganado en densidad, calidad, calidez, brío y tino. Hasta el verso fluía mejor, más suelto, más divertido y más sólido. El espectáculo va de menos a más de forma salvaje. Empieza errante y algo sucio y va poco a poco subiendo de tono, de textura y de densidad. 
Los actores están soberbios todos ellos. Quizá la Inés de Ariana Martínez sea un poco infantiloide. Opino que el poder de seducción o de engaño hacia ella no debe ser directamente proporcional a la inocencia de Inés, sino a las paradojas de la mente. Pero bueno, es es mi visión. 
Miguel Hermoso y Beatriz Argüello están como siempre, impecables, solventes y sólidos. Son dos monstruos y vuelven a demostrarlo. El resto están todos bien empastados, crean un conjunto bien formado, creíble y compacto. Muy bien. 
Y José Luis García Pérez es una cosa... que yo no sé cómo definir. Está en un punto creativo descomunal. Tiene un nivel de comprensión de lo que quiere hacer que a la hora de poner eso en pie le lleva directo al puto cielo. Transmite, convence, contagia y agarra tu atención y tu corazón, lo lleva del puño por la sala parrriba y pabajo y cuando decide, te suelta y te deja solito con tu alma tocada. Tiene un carisma y un poder de comunicación único y gigantesco y podría hacer mañana mismo de Escarlata O'Hara y sería creíble y fabuloso. 




En definitiva, un montaje que va de menos a más, con unos actores grandiosos y con una dirección que no vaga un poco y a la que quizá atrapa el propio punto de vista.          

El reportaje. Canal. Sala negra.




A mi entender, puede haber dos explicaciones a lo que vimos anoche en la recóndita sala negra de Canal (un invento para llevarse en off a este teatro de la Comunidad). 

A.- Que el texto de Santiago Varela sea un mejunje inconexo y con poco rigor dramático y la dirección de Hugo Urquijo torpe y vacilante. Así se explicaría que el personaje interpretado por el grandísimo actor Federico Luppi entre en contradicciones con lo que él mismo dice, vague entre recuerdos opuestos, repita frases enteras en varios momentos distintos, se quede absorto mirando a la nada mientras pasa el tiempo, no entienda lo que le dice su compañera Susana Hornos que a veces parece como si estuviera intentando reconducir un texto lleno de saltos, lagunas y vacíos. No se responden a las preguntas, hay incluso a veces que parece que ambos hablan de cosas distintas, se atropellan y hablan uno encima del otro, se producen pausas eternas en las que parecen mirarse con cara de pánico y como buscando ayuda. Además la historia va y viene, salta de un tema a otro para volver un rato después sin una justificación y dando la sensación, seguramente errónea de que se les ha ido el texto y un rato después o han vuelto a enganchar. El hecho de repetir la misma frase en varios momentos de la función tampoco ayuda a darle más fuerza a esa frase, sinceramente. Quizá por eso el público, que empezó muy concentrado, silencioso y entregado, poco a poco se empezaba a revolver en los asientos, y acabó más pendiente de la gotera que había en medio de la sala que de lo que pasaba en ese butacón. 
O bien:

B.- Que el grandísimo actor Federico Luppi esté mayor.

Supongo que quizá sea la opción A, pero le caso es que lo que prometía ser un documento desgarrador, acabó siendo un ir y venir sin terminar de enganchar por culpa de tanto vaivén. Lástima.    

domingo, 1 de febrero de 2015

La bella y la bestia.

Domingo 1 de febrero. Hoy, en "La pensión de las pulgas", Rocío Muñoz-Cobo se despide del papel que al menos en el corazón y en las tripas de muchos de nosotros, ha catapultado a esta dama al Olimpo de las diosas de la escena.
Rocío bella, Rocío valiente, Rocío generosa, Rocío desgarrada, Rocío suicida, Rocío inigualable y Rocío inimitable. Quien la haya visto sabrá de qué hablo y quien se la haya perdido... se arrepentirá toda la vida. Haber visto el nacimiento de Rocío como Lady McBeth y su crecimiento es como haber visto a la Espert en aquellas "Criadas" antológicas, o a Alfredo Alcón en "El público". Un papel como ese necesitaba de una actriz de garra, suicida emocionalmente y con una capacidad para el humor negro tan infrahumana como un espíritu burlón y asesino. Como no hay palabras suficientes para definir la experiencia que supone ver a esta pantera negra de la escena, voy a hacer un vulgar "copia/pega" de mis reflexiones cuando la he visto. Mi homenaje a este ser superior en todo y con una entrega a su trabajo admirable y deseable. Otra cosa, y espero que me entendáis bien, lo de Rocío no habría sido posible sin su marido, sin su víctima, sin el señor don Fran Boira. Son el uno y la otra, la otra por el uno, el uno por la otra y la otra con el uno. Física química, magia y milagro. Dos mastodontes emocionales y gigantescamente bellos y crueles.  





 "Rocío Muñoz-Cobo está soberbia como la arpía Lady McBeth. Es Ruth Roman, es Liz, es Ava y también es Maruja Asquerino o María Félix si me apuras. Incitadora, enferma, bicho malo y calentorro. No hay ser humano y no humano más bello que Rocío. Es todas las mujeres fatales del cine negro juntas en una perra en celo que sabe dónde y cómo tocarle los huevos y el orgullo a su señor esposo para hacer que le compre un collar nuevo, un modelazo, un sortijón o un reino. Claro, como pa no caer. Si encima eres un alma cántara que todo lo que tienes de inocentón lo tienes de ambicioso, pues claro que matas a to dios con tal de llegar lo antes posible a lo que te han pronosticado todos, brujas incluidas."




"Y luego Rocío Muñoz-Cobo. Sí, es Liz Taylor, es Ava, es María Asquerino, es carne, es vida, es sangre, es incitadora, es perra, es mala, es enferma, es femme fatal, es niña, es veneno, es cobarde, es audaz, es todo lo chungo. Ha creado un personaje enfermo, enfermizo y enfermante que es un prodigio de verdad. Y además hace un trabajo vocal acojonante. Saca unos graves y una voz de ultratumba que combinada con esos ojos, con esa mirada infernal, con esa raza de perra cachonda, húmeda, llena de bilis, de podredumbre, de ambición, de coño y de tierra, hace de su Lady un bicho podrido desde las raíces. Por cierto, la escena del sonambulismo... una lección.  Y Fran Boira. No sé ni qué decir de Fran Boira. Creo de corazón que hace una de las composiciones más complejas, completas e intensas del año. O de muchos años. Es como un niño que de pronto se ve metido en una espiral que le supera, pero de la que no puede escapar. Su motor no es el odio, ni la venganza, y si me apuras casi ni la ambición. Es una mezcla de destino fatal con una erección constante cuando oye la palabra "cobarde", un amor desmesurado por la perra, un sentimiento de culpa mal digerido y un masoquismo que le lleva a reír cuando más sufre y a sufrir cuando más ríe. Un desquicie emocional que el mago Fran Boira lleva con una naturalidad inexplicable. Ese abismo emocional es durísimo para un actor, y Fran lo lleva como si fuera su propia piel, dando una vida, una naturalidad a esa putrefacción que no tiene palabras en este mundo para definirlo. Y el mogollón de escenas que tiene con Rocío son puros recitales. Hace poco dije que son los Lawrence Olivier y Vivien Leigh españoles. No exageraba. Pero es que aquí el nivel de electricidad es tan brutal que son hasta Liz Taylor y Richard Burton en, o Bette Davis y Joan Crawford. Una pareja perfecta y químicamente salvajes. Ambos dos deberían estar en todos y cada uno de los repartos del mundo mundial. Son dos seres capaces de hacer lo que les salga del pepo. Gigantescos. Bestiales. Únicos."




"Rocío Muñoz-Cobo es una burra de tres pares de cojones. Es una madrastra de Blancanieves, es la femme fatal que habla por el coño y domina en la cama. La perra más perra que te puedas imaginar. y se planta unos monólogos acojonantes demostrando una maestría de grandísima actriz que te ponen la sangre a mil. Hace algo que es lo más difícil en un monólogo y es tener claros y distinguir los focos a los que les habla en cada momento. Un monólogo no es hablar en voz alta. Es dirigir tu texto a distintos objetivos y ella los tiene clarísimos. Por eso está concreta certera, bestial y perra. Absolutamente perfecta y cada día más diosa. Bella como una madrugada y mujer tierra. La naturaleza en una cama redonda."





Gracias, señora mía por su entrega, por su generosidad, por su riesgo, por su capacidad infinita y por haber conseguido que ir a ver un MBIG cada cierto tiempo haya sido para mí una necesidad.