domingo, 24 de enero de 2016

Voces en el silencio. Biribó Teatro.

Seguro que te acuerdas. No, mejor dicho; seguro que te suena, porque acordarnos... me temo que no nos acordamos. Hace años, en 2005, dos chicos de 17 años fueron ahorcados en Irán "acusados" de ser homosexuales. Salió en la tele. Aunque pronto se olvidó. Lo peor es que luego hubo otros casos iguales, y otros, y otros. Y las azoteas se llenaron de amantes arrojados al vacío. Pero José Manuel Lucía Megías escribió un poemario, "Y se llamaban Mahmud y Ajaz" para evitar el olvido. Porque es cierto que el silencio, nuestro silencio es cómplice de esas barbaries. El silencio encubre, apoya y da alas. Hoy mato a uno y si no pasa nada, mañana mataré a dos y pasado a tres. 

En el Teatro Fernán Gómez hay un ciclo llamado "Los martes milagro" que más o menos consiste en crear montajes teatrales a partir de la obra de poetas españoles. Ahí surgió este espectáculo. Carlos Jiménez creó la dramaturgia y lo dirigió ayudado por Luna Paredes.
Es innegable el poder de denuncia de textos como este, ya sea el poemario o la adaptación teatral, como es innegable el poder que debería tener la denuncia pública y la presión popular y política para que estas barbaries sean automáticamente prohibidas y castigadas. Estos hechos son absolutamente impensables en una sociedad civilizada y en pleno siglo XXI, en cualquier parte del planeta. Por tanto el valor de espectáculos como este, por desgracia, es incuestionable. Son y siguen siendo espectáculos necesarios y denuncias necesarias. Como necesario es acabar con cualquier tipo de barbarie inculta sobre el distinto, sobre el que te da miedo.   
Por eso mismo, "Voces en el silencio" es un espectáculo necesario y de obligada visión. 




Teatralmente el análisis es otro. Dos actores y una actriz. Espacio desnudo, una silla y una horca en una esquina. Poco más. Alfonso Gómez y Daniel Migueláñez son los amantes, son dos hombres que aman y se aman. Elisa Marinas es la voz, la denuncia. Personalmente tengo que confesar que el origen del texto, el poemario, en mí supone un cierto lastre. Quiero decir, que el lirismo y lo poético están tan presentes (evidentemente, por eso es un poemario) que quizá le reste un poco de poder, de sequedad, de brutalidad, de rabia y de dureza. La imagen y el lenguaje poéticos suavizan la forma y aunque el fondo siga siendo desolador, la forma se lima. Como siempre, hablo desde mi gusto personal. Lo mismo pasa con el movimiento escénico, que queda quizá demasiado suave, demasiado "deambulante" a veces. Quizá más concreción y más sequedad habrían sido más impactantes. Ceder a la poética es restar callo. Aunque como siempre, es la opción del director, es SU elección, no la mía. Es lógico que viniendo de un poemario, la lírica inunde, pero quizá se podría haber limado un poco en la puesta en escena, porque acaba resultando casi, casi "bonito" y eso es lo último que debería parecer un montaje así.  
Eso sí, todo lo que hay en escena es fabuloso, desde las luces de Arturo López al vestuario como al trío de actores. Elisa nos implica, nos lleva, es la voz y es el imán que atrapa al público. Sin su magia no funcionaría. Y Alfonso y Daniel son dos seres indefensos, son víctimas y son amor. Los dos están geniales y a los dos te dan ganas de saltar al escenario y protegerlos con un abrazo. Otra cosa; a mí me importa un pito ver a dos hombres besarse en un escenario, pero en esta ocasión lo eché de menos. En algún momento deberían haberse besado. Ese detalle sí me parece vital y necesario. Besos de amor, de enamoramiento y de deseo, ya que lo hay e incluso se nombra. Me pareció recatado. 
Teatro del necesario, del útil, del que mueve y del que mueve conciencias. Ideológicamente me parece perfecto y estoy de acuerdo al cien por cien, pero estéticamente se me quedó algo más corto. El silencio es lo que consigue. Se hace cómplice y provoca que funciones como esta se sigan haciendo, cuando deberían estar desterradas de la cartelera desde hace muuuucho tiempo.
Bravo de nuevo a Biribó por programar este tipo de espectáculos. Valentía y coherencia. ¡Gracias!  



        

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