miércoles, 6 de abril de 2016

Home. La pensión de las pulgas.

Que la danza es una de las disciplinas más sacrificadas, desagradecidas, sufridas y desconocidas de las artes escénicas es una triste realidad. Lo he dicho mil veces y desgraciadamente habrá que seguir repitiéndolo, sobre todo tras ver a cuatro chavales tentados por la fama efímera que dan tres volteretas en la caja tonta y pretenden llamar a eso que hacen "danza". No me jodas.
Porque sea vistoso, porque te de la sensación de que los bailarines se divierten y porque gracias a horas y horas y horas y años y años y años de preparación los profesionales consigan transmitir que las salvajadas que hacen son fáciles no significa que lo pueda hacer cualquiera. Hacer que parezca fácil y natural una técnico que lleva años y años de preparación y un aprendizaje y proyección continuos no es porque sea fácil, sino porque a base de sacrificio se ha convertido en virtuosismo. Y el virtuosismo consiste en hacer que parezcan fáciles cosas sobrehumanas. Un respeto, por favor.




José Martet llevó la danza a "La casa de la portera" hace tiempo y le prestó su espacio minúsculo a ese genio estratosférico que es Chevi Muraday y este genio nos regaló "Cenizas" por ejemplo. Ahora el reto llega hasta la Compañía Nacional de Danza. Casi nada.
José Carlos Martínez, director (espero que por muchos años) de la CND, acepta el reto y, en mi opinión aprovecha para atacar por varios frentes. Por un lado les de la oportunidad a los bailarines de la Compañía de que desarrollen sus inquietudes y creen sus propias coreografías (ya hemos visto algún ejemplo más en Matadero, por ejemplo). Un bailarín, aparte de ejecutante debe ser creador y aquí desarrollan su lado creativo aparte del activo. Primer mérito. Pero además saca la danza del "gueto" de los teatros. A ver, ver danza en un teatro es un rito, es una maravilla y es, a veces, casi una eucaristía y es inevitable que para ver una maravilla como "Carmen" o como el "Quijote" que acaban de hacer haya que ir a un teatro. Es así y así tiene que ser. Pero dejar la danza anclada a un escenario es como intentar ponerle fronteras al mar. La danza es una expresión creativa, un impulso natural e inevitable del ser humano y no le hace ningún bien conservarlo como algo elitista, o para entendidos, o para gente con pasta o para apolillados. La danza es una necesidad que se tiene y se puede desarrollar en cualquier sitio. Exactamente igual que el teatro. Porque nace del mismo sitio y de la misma necesidad. Y que Martínez saque la danza de los santuarios y la ponga a medio metro de tu jeta es lo mejor que se puede hacer por la danza. La danza en los teatros es una cuestión de lógica y la danza en cualquier espacio es una cuestión de salud.
Elisabet Biosca y Agnès López son las principales responsables de este "Home", aunque en el programa avisan de que han trabajado en colaboración con sus compañeros de aventura Mattia Russo, Aleix Mañé, Mar Aguiló, Antonio de Rosa e Isaac Montllor, "Home" no es que sea una pieza de orfebrería por todo lo que he dicho antes sobre la danza y el compromiso. Bueno, lo es por eso, pero también por lo que es y por cómo es como espectáculo. Porque "Home" es una puta maravilla.



"Home" no es "House". Hogar no es casa. "Home" es donde uno se recoge cuando necesita calorcito, es refugio y es rincón acogedor, es amor y es pareja, pero es soledad, es abandono, es juguete roto y es salvación. Y "Home" es cualquier familia. Familia de la del siglo XXI, por fin. Hoy existen tantos modelos de familia como individuos hay en el mundo. Dos, tres, uno, una, cuatro, o doce. Y "Home" nos lleva a sitios calentitos casi todos.
Se va a cocinar algo, una receta curiosa que nos va a llevar por sitios cómodos algunos e incómodos otros. Como los seres humanos y sus relaciones. Entramos y bajo la música de Nino Rota comienza el desfile. "Amarcord" tuvo un título entre paréntesis, "mis recuerdos". Y esos recuerdos pueden ser perfectamente los de una saga que quizá empiece con esa pareja mal avenida, siga con el juguete roto abandonado en su día, continúe con una pareja de hombres en la coreografía más sexual y caliente que he visto en años y acabe con la cena de familia sin familia. Todo un prodigio tanto de planteamiento como de desarrollo. Mil enhorabuenas a Agnes y a Elisabet.  



El elenco... glorioso. No voy a hablar de su virtuosismo técnico porque es obvio y evidente. Aleix Mañé abre y cierra con gracia, humor y complicidad. Mar Aguiló te destroza el alma literalmente con ese juguete roto que descompone ante tus morros mientras convierte sus manos en dos instrumentos de lamento psicológico. Esas manos me dejaron machacado. Mattia Russo y Antonio de Rosa se bailan el dúo de amor más precioso de la historia. Necesidad, olvido, apoyo, dependencia y complicidad bajo las notas del "Nunca jamás" de Javier Solís. De no querer que amanezca. Elisabet se marca la pieza de la embarazada con una mezcla de delicadeza, soledad, pasión y abismo que te hiela. El número final tortilla en mano es de antología de la danza. Los hermanos Marx alrededor de una mesa. Genial y consiguiendo dibujar una sonrisa en tu alma herida.
Y luego está el numerazo del sofá, con Agnes y ese ser sobrehumano que es Isaac Montllor. Querer definir este dúo es como intentar definir un amanecer, la sonrisa de un bebé o un abrazo cuando estás roto. Es celeste, es mágico, es una cuchilla, es una rosa y es un pez luna. Sé que sus compis me van a perdonar, pero hay veces en las que encuentras a gente que te producen cortocircuitos emocionales. Desde la primera vez que vi a Isaac bailar me quedé embrujado. hay una conexión especial entre su forma de hacer y mi forma de entender el mundo. O yo qué sé. Pero cada mirada, cada gesto, cada movimiento, cada espasmo y cada respiración se me clavan directamente en mi centro. Hay gente con la que tengo esa conexión extraña que no sé cómo llamarla pero que hace que su forma y nivel expresivo sea exactamente le que mi mente y mi naturaleza necesita para vivir. Y el dúo de Isaac con Agnes es en sí mismo una razón para vivir.




Si hasta hoy había razones más que sobradas para rendirnos a los pies de José Carlos Martínez y de sus prodigiosos intérpretes, después de ver "Home" la adoración y la admiración han traspasado las fronteras del infinito y al menos en mí, se han desbocado como locas. A ver ahora esto cómo lo quemo yo...
       

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