sábado, 28 de enero de 2017

Las brujas de Salem. Valle Inclán.

Es una pena que en su momento no se conservara el título original de la obra, "El crisol". El crisol es un aparato que sirve para separar las impurezas de los metales puestos a enormes temperaturas. Pero bueno, ha sido así creo que siempre y así lo han mantenido.

La clave de este espectáculo me la ha dado una amiga bastante más lista y perspicaz que yo: al entrar, la acomodadora que te corta la entrada te dice con cara como de pedir perdón que la función dura dos horas y cuarenta minutos sin descanso. Pobres. Pobre tú que estás a punto de entrar y pobre ella que si lo dice con esa carita... será por algo. Y claro, ya como que te aprietas. 

Pero no, falsa alarma. Lo malo no es que dure dos horas y cuarenta minutos sin descanso. Eso sólo es un dato. Y realmente no pesa. 




Arranca la función y Lluís Homar sale y nos explica lo que tenemos que sentir y qué vamos a ver. Dando por hecho que todos somos gilipollas, nos cuentan cómo y por qué escribió esta función Arthur Miller, sobre qué trata y cuál es la moraleja. Y un servidor entró automáticamente en un torbellino de indignación del cual no fui capaz de salir. No hay cosa que peor me siente que el que los que me cuentan una historia crean que soy imbécil. A ver, el autor escribió ese texto con una intención, evidentemente. Tú, como director de escena lo que tendrás que mostrarme será la metáfora  que usó el autor para contarnos lo que él pretendía. Pero nunca jamás salir y antes siquiera de empezar, explicarme la metáfora dando por sentado lo primero que no la voy a entender si no me la explicas y lo segundo que es necesario explicar una metáfora porque como espectador, obviamente soy bobo.
Empezamos mal. 
Pero a lo largo de la función han intercalado varios momentos en los que inciden en esto y periódicamente salen y te explican en qué punto tienes que estar, qué has visto, qué viene a continuación y cómo te lo tienes que tomar. ¡Toma ya!

El texto es innegable. Bestial, brillante y lleno de magia y recursos poderosos. Eso es valor y mérito del señor Miller. A sus pies. 

Voy a separar y a poner por un lado lo que no me ha gustado y por otro lo que sí.

Empiezo por lo que NO me ha gustado.




José Luis López Muñoz firma la "versión literaria" y Eduardo Mendoza la "adaptación teatral". Vamos, que Mendoza ha partido de la traducción de López Muñoz, considerada una de las más fieles al original. Entonces deduzco que los añadidos explicativos son idea de Mendoza. No me gustan y me indignan. Por cierto, quizá yo tenga mis fallos sintácticos, no digo que no. Pero sobre un escenario no se puede decir "estoy seguro que...". Uno está seguro DE algo, "estoy seguro de que mientes". O si no, "Seguro que mientes", pero nunca "estoy seguro que mientes". 
Beatriz San Juan firma el vestuario y la escenografía. Pues a Proctor le ha puesto una chaqueta siete tallas más grandes que la que necesita. Y los tirantes se le caen continuamente. El resto del vestuario es... normalito. Y la escenografía es moderna, actual y funcional. Si estuviéramos en los años 70.
Andrés Lima hace algo que a mí no me gusta nada. Crea unas pautas que utiliza a ratos y cuando le resultan incómodas deja de usarlas. Me explico: marca un espacio con la escenografía; un espacio delimitado por el suelo de madera y hace que los personajes entren por un sitio determinado donde coloca la premisa de que ahí y justamente ahí está la puerta de acceso a ese espacio. Y todos entran y salen por esa "puerta". Hasta que de repente le viene mal que entren por ahí y los personajes empiezan a entrar y salir por las "paredes" que él mismo había decidido marcar. A ver, ¿no será mejor NO marcar la puerta en ningún sitio en concreto y así luego no tienes que someterte si es que te viene mal? 
Es como lo de que los cambios de escenografía los hagan los propios actores. Vale, bien, es bastante habitual. Pero de pronto hacen falta más manos y entonces utiliza a los técnicos del teatro. De nuevo crea una convención que se salta cuando le viene mal.
En el dossier de la obra, en el apartado dedicado a él, pone: "actor y director teatral, está considerado como uno de los grandes directores de la escena española". ¡¡¿¿??!!  
Los actores están afectados, llorones y usando recursos sencillos y simples. Incluso Lluís Homar parece que "pasaba por ahí". Muy poca implicación, algún grito así de vez en cuando y un gesto de mirar al público continuamente como si quisiera que nosotros fuéramos el jurado aunque es el único que lo hace.       
     
Para no hacer más leña lo dejaré ahí. 

Ahora paso a lo que SÍ me gustó:  

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