sábado, 29 de octubre de 2016

Los amores diversos. Sala Tú.

Fernando J. López escribe, Quino Falero dirige, Mónica Boromello crea un espacio mágico y Roció Vidal da vida a Ariadna, la prota de "Los amores diversos". Bueno, a una de las protas. Porque la otra protagonista es la palabra. La palabra como instrumento, como arma y como defensa. La palabra escogida, la palabra decidida y la palabra arrolladora, la que nos adelanta y nos aplasta y nos encarcela. 
Hay proyectos que nacen del empeño, de las ganas, de la fiebre por el teatro. Del amor por contar y por hacer. Eso a estas alturas de la incultura gubernamental es toda una hazaña y tiene un mérito como para quitarse el sombrero. 



Rocío Vidal no solo protagoniza sino que decidió producir su propio espectáculo. Y encima escogió a un gran director, a Mariano Marín para que creara un espacio sonoro de ensueño y a la grandiosa diosa Mónica Bormello para que se invente un paraíso bibliófilo. Lo mejor de lo mejor. 
Ariadna nace ya marcada por un nombre que no le gusta nada. Quizá habría preferido Ofelia, Julieta, Cathy o incluso Molly, pero le tocó Ariadna. Ahí empieza una cuesta abajo por un mundo construido a golpe de libro. Una vida creada entre las páginas leídas, en los personajes añorados. una vida fabricada con las vidas de los otros y con las lecturas en voz baja de su padre. Una vida marcada por lo que ha leído y lo que le han leído. Por lo que no ha leído y por las consecuencias de lo leído. Una ficción creadora y a ratos sanadora. También torturadora pero siempre cruel. 
Un camino de ida y vuelta. Una carretera de doble sentido. ¿Hasta qué punto lo que hemos leído nos ha forjado, hasta qué punto lo que hemos leído nos ha marcado un camino o hasta qué punto hemos reflejado nuestro camino en nuestras lecturas? ¿Cómo se crea un ser humano? ¿O cómo se crea un personaje? ¿Qué fue antes, la ficción o nuestras vidas? ¿En qué se diferencian el amor paterno al amor fraternal, al materno, al amor al mundo, al amor propio o al amor al arte? 
De ese batiburrillo lo que tiene que nacer por lógica es un amor único, un amor personal e intransferible, herido y curado sobre la marcha, un amor diverso. 

Rocío Vidal lo da todo desde la palabra y buscando que esa palabra traspase y toque. 
Personalmente creo que la intención queda algo por encima del resultado. Las intenciones llegan claras y tocan. Hacen pupa en tu corazón pero la forma y las formas podrían ser más calmadas y esperando a que lo que se dice y lo que sucede tenga consecuencias. Y buscar el punto en el que te dejan esas consecuencias para seguir desde ahí. Hay ciertos movimientos coreografiados que no me resultan naturales sino algo forzados. Buen texto y buena actriz para un espectáculo que al menos a mí me pide más calma, más repercusión de lo que está pasando y más tiempo para que texto, acción y emoción sean un río único. 



Es su segundo año en cartel y deseo de corazón que siga mucho tiempo más. Proyectos así de honestos y así de sinceros y valientes son los que necesitamos. Y salas como Sala Tú, que nos acercan este tipo de producciones de calidad y plagadas de buenas intenciones.  

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