lunes, 9 de octubre de 2017

El cantor de Méjico. Teatro de la Zarzuela.

El principal cometido de cualquier función teatral, musical, de cualquier expresión artística en definitiva es el de no dejarte impasible, moverte, removerte y modificarte.
De "El cantor de Méjico" es IMPOSIBLE que no salgas transformado. Es puro goce, pura diversión, puro disfrute. Una laguna de optimismo que te tatúa una sonrisa y te hace volver a casa tarareando y sonriendo como la Gioconda. 




Daniel Bianco arranca esta nueva temporada con el listón en un punto asombroso. Ahí es nada, "El cantor de Méjico", dirección de escena y versión libre de Emilio Sagi, Óliver Díaz en el foso dirigiendo a la ORCAM, el propio Bianco a cargo de la escenografía y un reparto intachable con Rossy de Palma como principal reclamo. Suma todos estos elementos y añádeles unas ganas de diversión abrumadoras y como resultado tendrás la primera joya de la temporada. 
Óliver Díaz sacó las mejores notas de la ORCAM, que sonaron ágiles, brillantes, románticos y absolutamente bellos. Bravo por todos. 
Emilio Sagi firma esta versión libre del libreto de Félix Gandera y Raymond Vincy. Sagi es un maestro que se las sabe todas. Por eso nos regala una versión divertida, sin complicaciones, con chispa y muy bien llevada. Escénicamente lo que vemos es casi un musical de Gene Kelly. Luces alegres, colores brillantes, mucha gente pululando por escena, personajes divertidos, bien dibujados y bien movidos. Un espectáculo dinámico y divertidísimo como los grandes musicales de Hollywood. Por momentos pareces estar viendo a Gene Kelly, Donald O'Connor y a Debbie Reynolds. 
Las escenas de grupo, con el coro más entregado que en otras ocasiones, son dinámicas, alegres y brillantes y los momentos íntimos surgen de forma natural y emocionalmente te llevan a donde quieren. Gran trabajo de Sagi. Otro más. Y otro "bravo" para el coro, especialmente el masculino, por ese fabuloso numerazo de Tornada y sus guerrilleros. 




Todo tiene un punto kitsch. Desde las luces de Eduardo Bravo a las fantásticas coreografías de Nuria Castejón pasando por el vestuario fascinante de Renata Schussheim (los vestidos de las mujeres del coro en la segunda parte son magistrales). Brilli brilli, lentejuelas, pieles, chorreras y vestidazos de diva divina. Y para la escenografía... tras una primera parte romántica en interiores con esos decorados, camerinos, tejados que nos llevan directamente a un rodaje hollywoodiense, Bianco busca la inspiración en Méjico, en Diego Rivera y llena el escenario de calas, de flores, de luz, de color y de alegría. No recuerdo haber visto antes que el publico aplaudiera una escenografía. Pues le viernes, en pleno momento "fallero" el público arrancó a aplaudir la escenografía que estábamos viendo nacer. Si ese milagro sucede, es por algo. Una obra maestra kitsch y vibrante de Daniel Bianco. 




En cuanto al elenco, basta con ver la respuesta del público. Unanimidad de opiniones. Ana Goya, esa actrizona que siempre que aparece en escena (y no hablo sólo de esta función sino de SIEMPRE que aparece en escena) consigue hacerse con el foco. Es una mujer plagada de recursos que no sólo sabe explotar sino medir. Siempre está perfecta y en su justa medida. Se ganó una de las mayores ovaciones de la noche. Y en justicia, porque fue un gustazo volver a verla. Nagore Navarro y Maribel Salas están para comértelas. 
El elenco vocal también es de campanillas. Luis Álvarez tiene uno de los mejores y más divertidos números. Un regalo. Maravilloso. Como el Bilou de Manel Esteve. Carismático, amoroso, para comértelo. Yo quiero un Bilou como amigo. Además lidió con la parte más difícil de la partitura y cantó como dios y el "Guarrimbá" lo bordó. 
Sonia de Munck aunque cantó muy bien y defendió su personaje con sinceridad y un punta naif que le iba muy bien, quizá tuvo algún problemilla de volumen, aunque su "No sé qué siento" con la luna de fondo fue uno de los momentos más bellos de la función.




Rossy de Palma borda su personaje de Eva Marshall, la diva insufrible. Es un personaje que se nota que no le cuesta nada y recurre a algunos de sus infinitos recursos para darle vida y espíritu, lo más difícil de hacer en un escenario. La Coronela Tornada es apoteósica. No se puede estar mejor. Por poner un "pero" quizá en la primera escena, la de los espejos, no se le oiga bien, por la propia colocación escénica. Tiene que gritar demasiado y se pierde algo de frescura. 
José Luis Sola se llevó una ovación merecidísima. Tiene unos recursos vocales asombrosos y canta muy bien y muy bonito. Ese Mejiiiiiiiiico interminable es una cosa histórica y se ganó la ovación y la fiebre del público. 




Vamos a ver, no nos volvamos locos. No estamos viendo un texto de Koltès ni de Genet. Estamos viendo pura diversión. Los personajes no tienen capas y capas y las situaciones no son complejas y plagadas de conflictos. Estamos ante un espectáculo divertido, optimista, de pura diversión, luz y color. De momento, y como arranque de temporada, un diez.           

SPOILER 

Y un apunte que puede parecer una bobada pero que no lo es. El "descubrimiento" que hace Bilou con Pancho está tratado con una naturalidad pasmosa, sin regalar al respetable ningún gestito de más, ni ningún mohín plumífero buscando la risa fácil y censurable. La naturalidad es la mejor forma de normalización y en este caso, la decisión es para quitarse el sombrero. Así es como se hacen las cosas.  

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