domingo, 19 de noviembre de 2017

Léucade 38º 20º. Teatro de las Aguas.




Los mecanismos de la maquinaria teatral son extraños e insondables. Que conste que estas palabras no son una queja hacia los espectáculos que triunfan, obviamente, sino una reivindicación de los que se quedan en las sombras, ocultos en la maraña de la multiprogramación (una lacra que habría que combatir) y no consiguen traspasar ni llegar a ser ni siquiera conocidos por el público. 
Entre estos espectáculos "menores y ocultos" tengo que destacar dos joyas que he visto recientemente. "La escena nº 12" en Nave 73 es una joya teatral. El texto es cautivador, muy pero que muy para teatreros y gente que ha pasado por una sala de ensayos y los actores, Marta Matute, José Gómez-Friha y Eleazar Ortiz están simplemente inmejorables. Bueno, pues el día que estuve yo seríamos unos 30. 
Peor parte se llevó "Léucade 38º 20º" en el Teatro de las Aguas. Ahí rondaríamos los diez. Y este espectáculo debería tener la sala llena. 
Venezia teatro por un lado y la Cia. Vía Muerta por otro lado hacen teatro por amor. Por amor al Arte. Y a veces por amor al arte. 



"Léucade 38º 20º" es un texto escrito por Mónica García Ferreras que bebe de varias fuentes y que nos cuenta la historia de una mujer, Nora, que vive refugiada (o escondida) en una isla. Supuestamente esa isla es el lugar más seguro del mundo. El más oculto. Pero un día, aparecerá por sus costas un extraño y esa seguridad, ese refugio se verá desmoronado de repente. Por culpa del amor, claro.
Los dos personajes presentes en la función y los otros que deambulan por la historia (padre, esposa, socio, supuestas vidas pasadas...) viven en prisiones interiores tan oscuras y dolorosas como los mundos de los que intentan escapar. Porque no hay mayor cárcel que la cárcel interior de un alma herida y cerrada a cal y canto al aire, al mar, al horizonte. Cuando reduces tu mirada a donde alcanzas tus ojos terminas por hacerte pequeño, por no tener perspectiva y por hacerte diminuto, frágil, asustadizo y cobarde. 
Así estos dos personajes se han creado unas barreras más inhumanas que las físicas y viven encerrados en ellos mismos sin dejar que el mar ni el aire les hagan volar. 
La historia es dura, los personajes taciturnos y sombríos y el ambiente que se crea en la sala, casi irrespirable. Porque el ser humanos es más cruel que cualquier circunstancia. Hasta las guerras las creamos nosotros, no surgen solas. Y la soledad y las heridas de estas dos víctimas son internas e incurables. Ni siquiera el atisbo de amor que surge es capaz de iluminar sus vidas.



Mónica García Ferreras se encarga de dirigir el espectáculo y desde luego es un acierto porque como autora sabe perfectamente dónde y cómo incidir. Impregna la función de un fatalismo trágico que avanza sin desvelar el drama. Además Mónica y su compañía trabaja desde un sitio que siempre es el mejor. Desde el amor a sus proyectos y desde la sinceridad más absoluta. No contarán con grandes escenografías ni con medios aparatosos, pero tampoco los necesitan. Hombre, a ver, está claro que si estuvieran en el Lara, por ejemplo, o en la pequeña del Español, todo cambiaría, la dinámica, la gestualidad, los desplazamientos por el espacio... pero la base fundamental de su trabajo es el AMOR. El querer hacer teatro sí o sí. Ojalá no tuviera que ser así, pero si tienen que luchar contra las multiprogramaciones, con la falta de promoción, con los mastodontes y los grandes nombres, y los vales de descuento y las invitaciones a mansalva, lo hacen. Y luchan. Y pelean y a veces no ganarán, pero pase lo que pase trabajarán con el mismo amor. 
Mónica junto con Diego Ramírez se encargan de dar vida a estos dos seres heridos, perdidos y ocultos. Y los dos están maravillosos. Están invadidos por la amargura y por la falta de recursos vitales para ser empáticos, optimistas y de colores. Son dos almas cerradas y escondidas en ellos mismos y pintados en blanco y negro. O mejor dicho, en color sepia. Naturales, espontáneos y con mucha química. Una gran pareja teatral. 




Esta función acaba de nacer. Es cierto que quizá en algún momento le falte afinar el ritmo pero eso es algo que se consigue con el tiempo. Haciendo la función una y otra vez y entrando en comunicación con el público. Juntando miradas. Ahora está en un punto goloso y muy bueno porque está empezando a crecer. Y necesita alimentarse de la mirada del público, y que ellos sientan qué funciona, qué no, dónde la gente se remueve en la butaca y dónde se congelan del terror. La vida real del espectáculo como ser vivo. Y para eso necesitan que vaya gente, tener público y tener funciones. Así que por dios, hagamos algo para que "Léucade 38º 20º" tenga vida. Mucha vida. Y si tiene que pasar a una sala más grande, y que la programen en fin de semana, y que aparezca en las revistas y anunciada y promocionada como es debido. Coño, que cuando se hace teatro sincero la única salida es apoyarlo.
       

1 comentario:

  1. "Cuando se hace teatro sincero la única salida es apoyarlo"
    Bravo... grandes tus palabras. Un placer, como siempre, leerte!!

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